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Renacimiento (II)


Un aullido penetrante y desgarrador se abre paso a través del amanecer, la eterna noche llega a su fin y los cálidos rayos de la estrella rey acarician su tersa piel mientras una ligera brisa zarandea suavemente su negro pelaje. Sus ojos entreabiertos observan desde lo alto del montículo en el que se encuentra, la vasta tierra que ante sí se extiende. Todo podría parecer igual, pero bajo su mirada ya nada lo es.

Gira su cabeza unos segundos hacia atrás para observar a lo lejos el lugar donde había permanecido durante tanto tiempo. Una oscura celda custodiada por espectros y fantasmas sin rostro, un lugar que le mantenía incapaz de ver y de comprender. Pero la puerta, antes un muro infranqueable, yace ahora hecha astillas en el suelo. Y los guardianes, despedazados, son ya meras carcasas vacías que decoran una oscura tierra sin vida.

Ahora su mirada vuelve al frente, reflejándose en sus pupilas un enorme y desconocido mundo rebosante de vida. Sonríe. Eleva sus enormes garras, observándolas, y comprueba cómo la fuerza vuelve a sus miembros y su mente se despeja despertando de un sueño que le tenía cautivo.

Cerrando los ojos y entrando en una especie de trance, parece entrar en sintonía y fusionarse con la propia naturaleza que le rodea por unos instantes. Tantos recuerdos de traición y abandono, tantos recuerdos de dolor. Tanta incomprensión y tantos sacrificios en vano aún latentes en su mente. Pero ya todo es diferente.

Cada marca interior de dolor la moldea a su gusto. Ya no las aborrece. Las abraza. Las hace formar parte de su propia alma y siente cómo cada poro de su piel escupe ira y cólera en el proceso. Se hace más fuerte, se siente evolucionar. Un grito aterrador estalla de su garganta con sus ojos ahora rojizos como la propia sangre que recorre su cuerpo, clavados en la plateada Luna aún presente en el firmamento. Un grito humano por una parte, y propio de una bestia por otro.

Da un enorme salto hacia delante con un vigor propio de una criatura sobrehumana, cayendo en el descampado de la nueva tierra que a sus pies yace ahora, poniéndose rápidamente a la carrera en su meta, su objetivo, su destino... Su único camino, aquel que le conducirá hacia el interior de sí mismo.

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