Es verdad que tuve un sueño, es bien cierto que soñé, como juntos observábamos, un insondable atardecer. Entrelazados por la luz, que se resiste a perecer, atravesando un mar en calma, hasta llegar a nuestra piel. Deshaciendo a su paso, los reflejos del ayer, compartiendo al fin solos, la adquirida madurez. En un silencio agradable, entre quienes quieren ver, a quien a pesar del tiempo, no se ha dejado de querer.
El pequeño rincón de un poeta por accidente, un humilde escritor, un soñador permanente.