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Mostrando entradas de julio, 2021

Aquel secreto a voces

Llamado por lo especial, que a ti te hace tan diferente, atraído por el más allá, de la superficie de tu mente. Fascinado por tu mundo, de un espacio sugerente, donde brillan inquietudes, de respuestas no evidentes. Sobre un lienzo compartido, y nuestros cuerpos por pinceles, que intercambian esa magia, de ser tú y yo conscientes. De sentir que nos buscábamos, entre el resto de la gente, como dos almas gemelas, que han llorado su mitad ausente.   En las noches imaginarias, que se volvieron recurrentes, de un amor que no murió, desde aquel beso en tu frente.

Eterna saudade*

Ya no estás para construir un abrazo, cuando caigo al vacío de la soledad, y me arrastran las sombras del ayer, hacia un mar de melancolía. Me siento a esperar un mañana, un efímero instante de futuro desmigajado, que el tiempo lanza para alimentar, un sueño roto que intentó volar. Ya todas las palabras están mudas, en la historia de mi mente, y vagan por las hojas mendigando, el aliento de tus labios. Ya no quedan caricias tibias en las manos, ni susurros en una voz que murió, gritando la tristeza contenida, que tanto tiempo se guardó. Ya tan solo queda el recuerdo, de lunas desdibujadas en sueños, de heridas sin curar, por la nostalgia de unas manos al caer. *«Saudade es un vocablo de difícil definición, incorporado al español del portugués saudade, que expresa un sentimiento afectivo primario, próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia.» **Anotaciones: Buceando entre carpetas de documentos en

Crónicas de Aodren: Calma tempestuosa

Debieron pasar años hasta sentir que las heridas de su mente y las mareas de sus pensamientos se hubieran por fin calmado, al menos hasta el punto de no verse arrastrado a una espiral de autodestrucción que no le era del todo desconocida. Durante ese tiempo no acudieron, para su sorpresa, amenazas relacionadas con los peligros enfrentados en ese pasado que no dejaba de parecer cercano por mucho que se cedieran el testigo los solsticios, más allá de los demonios que le vigilaban desde su propio interior. Aodren se encerró en sí mismo decidido a reformar tanto su cuerpo como su alma, tarea que no le sería posible llevar a cabo sin la ayuda de Ceneo. Le unía una profunda amistad desde una temprana juventud, y no había dejado de considerarle como el mejor guerrero en pisar el continente de Anaria, guardián de un conocimiento aprendido durante uno de sus éxodos en las lejanas montañas del norte, donde sobreviviendo entre bestias y paisajes inclementes conoció a una tribu de monjes guerreros