Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2018

El delirio de un loco

Te encuentro en el ruido del mundo, que nunca cesa ni nunca calla, donde suenan todas las veces, que yo a ti te he echado en falta. Sigo andando por muchas calles, a cada cual más llena de nada, bajo las olas de un eco distante, de cuando iban juntas nuestras pisadas. Respiro el aire de sabor amargo, que aúlla en noches que no acaban, de quien no supo amar de nuevo, desde que a ti conjuró su alma. En un invierno cristalino, que hasta el otoño siempre se alarga, cuyas paredes solo reflejan, los recuerdos que contigo me imaginaba.

La tinta de tus labios

Más decantado hacia el relato erótico que a unos trabajados sonetos, sobre una noche para acabar en cenizas de dos amantes que comparten su fuego, embarcados en la travesía con la vela entre un ardiente viento, llevando a la lujuria como brújula junto al cariño de timón férreo, convertidos en uno solo volviendo a nacer de nuevo.  En dos miradas que se vuelven una, de dos seres de ternura hambrientos, de fundirse en un abrazo tras comerse con la vista que sirve de postre al tacto, sin más deseo que el de sentir tu piel en un banquete largamente anhelado, donde a la intempestiva hora del baile suenan nuestros latidos acompasados.  Mientras navego con tu permiso por tus secretos mejor guardados, te llevaría también por los míos sin dejar de agarrar tu mano, en el fluir de un río eterno que acabaría culminado en la cascada de éxtasis mutuo al hacer el amor una y otra vez hasta nuestros cuerpos quedar exhaustos. Que me pregunten qué es la poesía, que solo tendré que imaginarme

Solve et coagula

Desde antiguas religiones, cuyos dioses solo duermen, no ha existido rey alguno, que reinara tras la muerte. No ha nacido ser humano, sin un materno vientre, que no atraiga amenaza, al corazón y a la mente. Ningún reino de paz, que al caos no precede, aunque ni una tormenta, haya durado para siempre. En el ciclo inacabado, de vivencias como especie, somos almas atrapadas, en un teatro circense. Con tinte apocalíptico, por los cuatro jinetes, que conjuran nuestra cárcel, y corrompen al débil.

Madrugada indefinida

Pareció demasiado pedir, un pequeño lugar a tu lado, sin poder evitar amarte, y no sentirme desangrado. Intenté ser solo un amigo, y es lo que hube deseado, así mientras escribo esto, seguiríamos aún hablando. Pero cómo evitar las gotas, que acabarían derramando, cada una de tus cualidades, la cordura de mi vaso. Bajo destellos de tu compañía, que los cristales atravesaron, de las ventanas del refugio, donde ingenuo me creí a salvo.