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Crónicas de Aodren: Lizbeth. Hijos del Cristal

Aquellos rayos de sol intensamente anaranjados traspasaban las amplias cristaleras transportando dentro la magia de ese instante tan efímero y especial de cuando no es ni de día ni de noche, heraldos del atardecer, con pequeñas partículas de polvo navegando por el aire buscando cada una su propio refugio perdiéndose de la vista en cuanto se alejaban del haz de luz, como si este mismo revelara algo que permanecía oculto y sin embargo estaba a su alrededor constantemente. Al verlo durante su pequeña pausa de contemplación no pudo evitar compararlo justo con lo que le hablaban aquellas delicadas y desgastadas páginas.


Desde fuera le llegaban los gritos de niños que no querían entrar en sus casas. Pronto se haría de noche y su tiempo de juego en el campo llegaba a su fin, e intentaban rebelarse solo por extender su momento de ocio y libertad unos minutos más, algo que raramente conseguían.

Mamá —dijo al salir por un momento de su trance reflexivo.
Dime.
¿Es posible imaginar un color que no sea los que ya conocemos?

El manto de un ligero silencio cayó como un telón, cubriéndolo todo durante unos instantes. La mujer detuvo su labor durante unos segundos ante tan repentina y extraña pregunta, como si no hubiera escuchado bien.

¿Ya vuelves a andar leyendo uno de esos libros raros de la colección de tu padre?, ¡no has salido en todo el día! —rió—. La respuesta a tu pregunta es no, no lo creo.
Aquí dice que existen especies de animales que pueden ver una variedad de colores más amplia que nosotros, ¿cómo es posible?
Los órganos que conforman sus sentidos son diferentes, por lo tanto, pueden recibir diferente información.
Pero eso significa entonces que nuestra visión del mundo y de la realidad está limitada por nuestros sentidos, que puede haber infinidad de cosas que no podemos captar, ver, oír...
Así es —sonrió la progenitora—. Para ser alguien de tu edad le estás dando muchas vueltas a esos temas.


Mientras continuaba cortando algunas frutas pudo observar el rostro de decepción de la adolescente mientras intentaba volver a sumergirse en la lectura, sabía que se estaba planteando cuestiones para las cuales era muy difícil, por no decir imposible, de encontrar una clara respuesta, un sentimiento que conocía muy bien. Decidió animarla continuando algo más la charla.

Imagina enseñar a un pez de las profundidades como funciona la vida sobre la tierra y todo lo que yace sobre ella, no podría concebirlo ni comprenderlo, de hecho su cuerpo no le permitiría salir y vivir fuera de su ambiente, del mundo que ya conoce, el mar.
Es cierto. Aunque... Algunos de ellos he leído que consiguieron salir, convertirse en anfibios y adaptarse abriéndose paso en ese otro medio, ¿no es así?, ¿seguían en parte siendo peces o eran algo completamente diferente?, ¿y si se pudiera hacer lo mismo con nuestros sentidos?

La intención de distraerla un poco no le salió como esperaba. Pretendía alejarla de aquellas lecturas por unos momentos, pero alimentando una conversación de temas tan profundos solo hizo que su llama de la curiosidad ardiera con mucha más fuerza, tanta que casi sintió como el calor de esta la quemaba con su mirada. Y se encontraba muy agotada para continuar después de todo un día de duro trabajo.

Ya anochece, vamos, toca preparar la cena así que ven a ayudarme. Dentro de poco toca dormir, ¡y nada de libros hasta mañana! —riñó cariñosamente.

La noche transcurrió con normalidad hasta que fueron a sus camas. El libro en el que tanto se había sumergido yacía ahora sobre la mesa del salón, para alivio de la madre, sin sospechar que la muchacha se había llevado otro a su cuarto con mucha discreción. Ayudada por un pequeño farolillo bajo la manta comenzó a devorar aquellas páginas, portadoras de misterios aún más enigmáticos que las que ya había leído en los otros ejemplares.

En aquellos textos se hablaba de los seres humanos como "contenedores de almas", de como pueden tener un nivel de sensibilidad muy distinto, resultando tan diferentes como el día de la noche en cuanto a la profundidad de percepción de las cosas y la vida. Dicha intensidad y cantidad de información varía la forma de pensamiento, así como otras habilidades que podrían cultivarse debidamente.

A continuación un extraño párrafo mencionaba un tipo de persona de características muy particulares, depredadores infrenables e imposibles de tratar en quienes la violencia es planeada, decidida y carente de emociones, incapaces de sentir empatía alguna. Para ellos se decía que eran carcasas vacías sin alma ni espíritu que se cuelan a través de los llamados "portales de la carne", como si de seres demoníacos que se infiltraban a este mundo se tratase.

Luego el libro le habló del otro extremo, niños que nacen con una sensibilidad extremadamente desarrollada que les permite vivir con una intensidad inusitada tanto las buenas como las malas experiencias, así como una empatía mucho más alta de lo normal, permitiendo vivir, sentir e imaginar las acciones de otros con profundidad, como si se introdujeran en su piel y en su mente. Dicho enorme poder significaba una espada de doble filo, la cual podía beneficiar al portador y a aquellos con quien tratase si se sabía usar adecuadamente o bien llevarlo a un torbellino de autodestrucción si ocurría lo contrario.

También se aclaraba en aquellas líneas que dichas personas, denominadas "Hijos del Cristal", tenían más probabilidades de verse afectadas por ataques por parte de su entorno al poder ser tan diferentes de la mayoría, así como llamar la atención de entidades de otros planos. Estas últimas palabras llamaron su atención y comprobó con rabia como no había más aclaraciones al respecto, pues pasaba una página tras otra solo para comprobar con tristeza que saltaban a otros temas de diferente índole.

Extrañada retrocedió volviendo por donde se había quedado, estando a punto de derribar el farolillo, y se dio cuenta de algo que se le había pasado por alto al estar tan ensimismada, varias de las páginas siguientes a esa habían sido cuidadosamente arrancadas.

El sueño se estaba apoderando de su mente y su cuerpo, ambos agotados, que le pedían a gritos cerrar los ojos y dejarse llevar hacia la desconexión. Obedeció apagando el farolillo no sin antes volver a dejar el libro bajo su almohada, a regañadientes, a pesar de ser consciente de que no le quedaba otra opción.

Tras un cúmulo de extraños sueños que no tardó en olvidar fue despertada por unos tímidos rayos de sol, apenas hubo dormido algunas horas pero se sentía con ganas de afrontar el día. Abrió la ventana dejando entrar el fresco de la mañana haciendo que se sintiera revitalizada, sin embargo su felicidad se desinfló repentinamente mientras contemplaba el hermoso paisaje. "Al mediodía me estaré cayendo de sueño, seguro", pensó apoyando sus manos en los mofletes bajo su largo pelo entre castaño y negro, creando una simpática expresión de enfado algo infantil.

No tardó en vestirse y bajar para correr hacia la puerta tras despedirse de su madre y coger algunos bártulos, fuera ya le esperaba un chico de buen porte, no demasiado alto, de melena corta y color azabache. Prácticamente de su misma edad, vestía con un estilo entre lo formal e informal que transmitía muy bien un aire de cierta seriedad.

¡Sí que has sido madrugador! —exclamó ella nada más abrir, transmitiéndole un fuerte abrazo que sería respondido de forma recíproca y efusiva. Se alegraba tanto de verle—. Anoche no te oí llegar, ni a ti ni a papá.
Lo sé, procuramos no despertaros al ser algo tarde —sonrió él—. Te he echado de menos, ¡ha sido una lástima que no quisieras venir!
Tenía otras cosas que hacer —comentó la chica algo cabizbaja mientras ponían rumbo juntos.
Estás algo rara últimamente, ¿te encuentras bien?, anoche vi un pequeño resplandor bajo tu puerta.
Sí. Bueno... Ando enfrascada con unas lecturas buscando ciertas respuestas, me pasó algo extraño la semana pasada pero no debe de tener demasiada importancia. Mamá tiene razón, me hago demasiadas preguntas y le doy demasiadas vueltas a todo.
Hacerse preguntas es importante, no dejes de hacerlo nunca —le sonrió de nuevo—. Puede que no lleguen las respuestas, pero mientras vas aprendiendo a encontrarlas por tu cuenta o bien a hacer otras preguntas más adecuadas. Pero dime, ¿qué ocurrió?

La joven emitió un largo suspiro, con una sensación de alivio propia de alguien que está a punto de destapar un pequeño bote de secretos propios para compartir su carga con confianza.

¿Recuerdas las pequeñas clases de sanación de la semana pasada? Aquellas prácticas en las que debíamos curar pequeñas heridas en animales.
Claro.
A mi me tocó una pequeña ardilla, algo lastimada en una de sus patas. En la clase cada uno se ensimismó en su propio animal, practicando, al igual que hice yo. El caso es que creció en mí una ansiedad tremenda, porque a pesar de haber realizado con éxito la tarea en otras ocasiones anteriores, ahora era incapaz, intento tras intento...
Quizá andabas algo nerviosa o cansada, nos puede pasar a cualquiera... —interrumpió él.
¡Déjame terminar Aodren!

El muchacho se sobresaltó un poco. Soltó una pequeña carcajada y asintió levemente poniendo las manos en señal de perdón con cara de pillo. La chica le devolvió la mirada cerrando su puño derecho de forma simpática sin esconder las ganas de estampárselo en la cabeza.

El caso es que tardé en darme cuenta —continuó—, pero aquella ardilla ya estaba muerta, ¡no respiraba! Aún así hice algunos esfuerzos más, quería ver qué ocurría, quizá era una prueba más, y no sé si hice algo fatal a la hora de intentarlo con tanto ahínco. Pareció curarse de repente y despertar de un largo sueño, con sus facultades aparentemente normales. Sin embargo algo iba mal, pues sus ojos se habían vuelto blancos, como neblinosos, y lo más desconcertante no fue que me percatase de que era capaz de controlar parte de sus movimientos, ¡era que además seguía sin respirar!
¡Qué dices! —mencionó él tras una cara de sorpresa que había comenzado a poseerle—, ¿qué pasó después?
¡Me asusté —gritó ella—, qué otra cosa si no!, ¡salí de allí a toda a prisa completamente alterada! Creo que nadie observó aquello y obviamente no dije nada al respecto. Cuando consiguieron que me calmara miré hacia mi mesa desde lo lejos y aquel animal seguía allí como si nunca se hubiera levantado. Luego me dijeron que fuera a casa a descansar, que no me preocupara ya que solo habría tenido alguna sobrecarga mental por estrés o algo así, que formaba parte del aprendizaje el no poder sanar a veces. ¡Fue horrible!, acabarían pensando que fui yo quien mató a aquel pobrecillo animal —exclamó tapándose el rostro con sus manos.

Su hermano de repente se adelantó aumentando la velocidad de sus pasos poniendo sus manos en la cabeza y mirando al cielo. Lo hizo de forma tan brusca que la bolsa a su espalda que llevaba con sus bártulos se abrió dejando ver algo más su contenido. Ella volvió lentamente a mirar al frente dejando su rostro de nuevo al descubierto, cuando algo llamó su atención. En aquella bolsa vio unas páginas sueltas, como si hubieran sido arrancadas, muy similares al último libro que había estado leyendo anoche. Junto a ello había también un ejemplar, aparentemente completo y muy oscuro, igualmente de aspecto viejo y desgastado cuyo título pudo leer claramente, "Fundamentos de angeología y demonología".

El chico se dio la vuelta de forma drástica, mirándola entre la fascinación y la alegría bajando los brazos para señalarla con ambas manos.

No tienes de qué preocuparte, Liz, ¡debes de tener una habilidad muy especial que podría cultivarse debidamente!

Aquellas palabras le resultaron familiares. Pensando que bromeaba se quedó en silencio, él esperó un poco para volver a estar a su altura y continuar el camino junto a ella.

Todo alrededor de la gran casa de la que se distanciaban eran unos cuantos jardines y descampados que se extendían enormemente, cerca de aquellos terrenos no había vivido nadie en muchísimo tiempo. Los sonidos de la naturaleza les envolvían de forma agradable, algunos animalillos empezando a desperezarse, el ligero crujir de pequeñas piedras bajo sus botas, una suave brisa aún trasladando el frío de un día que apenas comenzaba a levantarse.

Por cierto —habló al poco rato—, busqué sobre aquello que me pediste, sí que encontré algo —el cambio de rostro en ella no le pasó desapercibido—. Por lo visto cerca de casa, en estos terrenos, desapareció un grupo de niños en extrañas circunstancias durante un día cualquiera que habían salido a jugar y nunca más se supo de ellos. Estaba todo escrito allí en un viejo documento del archivo histórico local, ¡y menos mal que me ayudó papá porque casi me caigo de aquella carcomida escalera! —rió intentando animarla en vano.

Viendo que permanecía en silencio decidió continuar hablando.

Parece ser que existieron algunas casas habitadas por aquel entonces, menos la nuestra por supuesto. Pero vamos, todo pasó hace muchísimo tiempo, ni siquiera nuestros padres habían nacido. ¿Por qué estabas tan interesada en los sucesos de nuestra zona?, ¿has encontrado algo por ahí?
¡Qué va! —se apresuró a responder—, fue por un ataque de curiosidad de los míos, ya me conoces. No sé nada de niños cerca de casa —mintió ella.

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