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Consciencia de un fantasma

Decidió salir a dar un paseo bajo una extraña noche donde la oscuridad era tan espesa que deboraba toda fuente de luz más allá de unos escasos metros, mientras que el pequeño espacio a su alrededor permanecía sumergido en una débil luminiscencia de tonalidades cálidas, como si le acompañara un invisible candil. Echó un vistazo, uno de tantos, a la pantalla de su móvil, con el anhelo de ver la notificación de un mensaje esperado que no llegaba, un destello de contacto de alguien que ya no estaba.

Sus pasos le llevaron hasta una superficie de piedra de no demasiada anchura, a modo de banco, que sobresalía de un muro enorme. Su longitud, a pesar de la limitada visibilidad, transmitía tender al infinito. Mientras se sentaba en él echó un último vistazo a la brillante y azulada pantalla del pequeño dispositivo, que no volvió a mostrar ningún tipo de aviso, para ser guardado a continuación en el bolsillo derecho de su pantalón. Muy cerca habían tres personas de las cuales no se habría percatado de su presencia de no ser porque una de ellas se acercó para entablar algo de conversación con él, expresándole su sorpresa al haberle visto su móvil, pues su diseño entre lo rudimentario y lo futurista le habían parecido propios de un artefacto de otro tiempo, de épocas en las que la Red aún no era accesible para ese tipo de artilugios.

Al poco se unió a la conversación una mujer con la cual irían fluyendo las palabras en un ambiente cómodo y agradable. Sus facciones, a pesar de no cambiar de forma, parecían bailar entre las sensaciones de lo desconocido y lo familiar al mismo tiempo. Tras unos momentos de difusa duración a través de una charla muy amena, ella le hizo saber lo interesada que estaba en conocerse mútuamente, y si le parecería bien quedar ambos en otro momento para volver a verse. Él también había empezado a sentir ese pequeño vértigo mezcla de cierta química y magnetismo, asintiendo ante aquella amable proposición, no sin antes librar una batalla mental consigo mismo. El volver a intentar abrirse a la oportunidad de un vínculo emocional causaba terror a los cimientos de su subconsciente, como si de un acto reflejo adquirido se tratase.

Habiendo llegado su hora de marcharse se levantó despidiéndose cordialmente de los presentes, y ella hizo lo mismo ofreciéndose a acompañarle durante el camino de vuelta, uniendo ambos sus pasos en un trayecto en el que por fin estuvieron solos. La oscuridad comenzó a ceder entonces lentamente mientras caminaban en un compartido y agradable silencio que hablaba en miradas y sonrisas, mientras la luz que aumentaba de intensidad a su alrededor iba transformando el entorno, haciendo que de repente estuvieran atravesando el pasillo de una casa que respiraba bonitos recuerdos y vivencias entre ambos. Ahora era ella quien debía marcharse, siendo él quien la acompañaba a ella amablemente hasta la puerta.

Ya encontrándose fuera, se detuvo unos pasos delante de la entrada, que daba hacia un terreno liminal propio de los descampados donde las ciudades suelen perder su nombre, mientras veía como ella seguía caminando y miraba hacia atrás despidiéndose con ternura, respondiendo él con el mismo cariño.

De repente la figura de ella comenzó a desvanecerse, a desaparecer ante sus ojos, hasta que solo pudo ver sus huellas formándose en la tierra una detrás de otra y escuchar el sonido de sus pisadas, como si continuara su andar con normalidad. Acercándose alertado por lo que contemplaba comenzó a llamarla, preguntándole si aún seguía allí, pero no hubo respuesta a sus palabras. Pocos instantes después dejaron de formarse nuevas huellas, y el sonido de las pisadas también se fue con ellas. Una asfixiante y familiar sensación de tristeza y abandono comenzaron entonces a acongojarle, una familiar sensación de creer que se era importante para alguien, pero caer en la cuenta de que en realidad no se había sido más que algo prescindible, reemplazable, carente de significado alguno. La oscuridad comenzó a volver en forma de sombras difíciles de describir que se asomaban desde el horizonte, acercándose, en la búsqueda de intentar atraparle, pero fue en ese instante cuando supo que estaba soñando, y algo le decía que había llegado el momento de despertar.

Ahí fue cuando efectivamente, desperté y abrí los ojos.

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