Un tacto áspero y pétreo sobre la palma de sus manos y parte de sus piernas le hizo abrir los ojos y alzar la mirada. Bajo él se extendía una vasta llanura de gravilla oscura como el carbón, que escupía humaredas de colores verdosos y azulados desde diversos huecos en la tierra esparcidos sin orden alguno. A pocas decenas de metros a ambos lados se alzaban riscos de grandes y negras rocas de diversos tamaños y formas. Parcialmente retorcidas, parecían víctimas mudas de una erosión brutal y desconocida.
El
lugar formaba el panorama de una especie de valle, en el cual no supo
saber si era día o noche al no distinguir cielo alguno. Con gran
dificultad se alzó sobre sus piernas y comenzó a caminar hacia
delante con la única intención de, no sin cierto sobrecogimiento,
otear el entorno en el que se encontraba.
Después
de largo rato de cansados y dolorosos pasos a pies desnudos, rodeado
del más ruidoso de los silencios, comenzó a perfilarse en su vista
no demasiado lejos una enorme montaña sobre una llanura algo
elevada. El valle parecía llegar a su fin. Aumentó el ritmo de sus
pasos no sin un menor castigo de dolor, continuando la marcha
pensando que desde allí podría obtener una mejor visión de toda la
zona. El gran macizo, formado por la misma gravilla y rocas de las
que estaba forjado el valle, le intimidó, pero mucho más lo
hicieron las figuras que aparecieron cerca del comienzo de la ladera
más cercana. Llegaban desde un desconocido lugar más allá del
horizonte, desde su derecha, moviéndose lentamenta hacia la
elevación para ascender a través de un camino que aún permanecía
oculto a su vista.
No
se detuvo a pesar de aquel extraño espectáculo. Su curiosidad
venció al miedo y continuó acercándose, sin que bastaran
demasiados pasos más para percatarse de que dichas figuras en
realidad eran personas. Avanzaban muy despacio, en una perfecta y
ordenada fila, tan cabizbajas que no pudo contemplar rostro alguno.
Un aura de translucidez y luz azulada envolvían sus cuerpos por
completo.
Sus
intentos por comunicarse con aquellas entidades desde la distancia
fueron ignorados, mientras se acercaba cada vez más, a punto ya de
estar justo a la altura de aquella silenciosa fila de movimientos
propios de seres sin vida ni alma. Ninguno de los rostros ocultos se
inmutó ante su presencia, ni siquiera cuando comenzó a dar algunos
pasos junto a ellos siguiendo la misma marcha, hasta que entre la
desesperación y la extrañeza, intentó alcanzar el hombro derecho
de la figura más cercana que iba delante de él para un contacto más
directo.
Justo
antes de que la palma de su mano llegara a aquella aura mezcla de
tonalidades azules y transparencias de intensidades pulsantes, la
figura se dió la vuelta bruscamente y encaró al responsable de
aquel atrevimiento. La ausencia de rostro alguno en aquel ser le hizo
paralizarse antes de sentirse apresado por fuertes e invisibles
brazos desde su espalda, al igual que desde ambos lados al unirse
otros en un abrazo mortal que no ofreció escapatoria alguna. Todas
las figuras fueron desvaneciéndose en la nada al tiempo que comenzó
a ser llevado por aquella fuerza a través del camino que ahora sí
se hacía visible para sus ojos, un camino formado por rostros
humanos bajo sus pies con horribles muecas de sufrimiento que emitían
gritos de dolor y espanto. Los rostros de todos y cada uno de
aquellos desdichados que caminaban hacia su condena en lo alto de
aquel monte. Y una voz, susurrante, filtrándose en su mente: "es
tu hora".
Un
desgarrador grito de rabia salió de su garganta atravesando las
cuatro esquinas de aquel tenebroso lugar, precediendo a unas chispas
de luz nacientes desde el centro de su visión que acabaron
convirtiéndose en intensos rayos. Lo siguiente que vió a través de
aquella luminosidad que acabó bañándolo por completo fue una
silueta femenina de espaldas, girada ligeramente hacia él, como si
intentara decirle algo.
—¿Otra
mala noche? —oyó.
El
ambiente en derredor fue cobrando nitidez. Identificó la fuente de
luz como una ventana recién abierta que transmitía vida al cuarto
en el que se encontraba junto a un agradable aroma a mañana. El
armonioso canto de algunos pájaros se dejó escuchar algo a lo lejos
al mismo tiempo que el agradable tacto y la comodidad de la cama
poseía su cuerpo. Junto a la abertura hacia aquella calidez se
encontraba la dueña de la femenina silueta. Sus rasgos aniñados,
mejillas salpicadas por algunas pecas, ojos claros y el pelo largo y
castaño hasta casi su cintura le resultaron familiares. Un
sentimiento de alivio le invadió. Sus ojos, recién abiertos como si
hubiera vuelto a nacer por unos instantes, recorrieron sin poder
evitarlo el cuerpo que, intuyó, yacía desnudo bajo la manta con la
que delicadamente se cubría ella.
—Eso
me temo, Gwenn —respondió al tiempo que se palpaba la frente en un
sufrido gesto con su mano izquierda y le devolvía la mirada con el
ojo derecho—. No dejo de tener la misma pesadilla de forma
recurrente desde que salimos de aquel bosque.
—Bueno,
podría ser peor —habló ella con una expresión pícara apoyando
su mano derecha en la cintura, mientras con la izquierda sujetaba la
manta a punto de dejar poco lugar a la imaginación sobre la forma de
lo que parecían ser unos pechos generosos—. Me comprometí a
permitir que me acompañaras, y créeme, la sensación de que en
cualquier momento podrías transformarte en un lobo enorme y
despedazarme no es nada agradable.
—Lo
sé —sonrió—, pero pareces bien prevenida con los cepos que has
ido colocando por la escalera hasta el segundo piso justo antes de
irte a dormir, quién sabe qué más cosas habrás montado ahí
arriba.
Gwenn
dejó escapar una carcajada mientras le volvía a mirar de forma
cómplice. Se ajustó mejor la manta y partió camino de
vuelta hacia el piso de arriba, a sabiendas de que dejaba tras de sí
la pequeña esperanza de Aodren de que aquella pequeña pieza de tela
terminara por caerse en un descuido.
—¡Se
podría decir que nunca he dado con un tipo como tú! —exclamó ya
fuera de su vista.
Aodren
se sentó en la cama incorporándose lentamente manteniendo la
sonrisa. Por unos momentos ella le hizo olvidar la amarga pesadilla y
el peso que sobre él yacía, la horrible visión de las almas de las
víctimas inocentes que habían caído bajo sus manos durante su
maldición, vagando en una especie de purgatorio. Desperezándose y
haciendo algunos estiramientos terminó por levantarse y terminar de
equiparse adecuadamente con unas prendas de cuero bastante decentes
que consiguió al poco de pasar su primera noche fuera, ya que había
dormido a pecho descubierto. El mismo pecho que enigmáticamente no
presentaba herida ni cicatriz alguna después de lo sucedido días
atrás, algo para lo que no encontraba explicación.
La
angustia comenzó de nuevo a volver a infestar su corazón, la imagen
de los rostros que vió durante el sueño que pavimentaban aquel
oscuro camino volvían a visitarle, rostros que ahora
reclabaman venganza contra él. Gwenn apareció en ese instante
bajando por las escaleras que formaban el estrecho pasillo hasta
la otra planta, también equipada y con el pelo no tan desenmarañado como antes, haciendo que la horrible visión se desvaneciera como la débil humareda de una fogata ya ahogada tras una fuerte lluvia.
—Vamos
—habló mirando hacia el suelo mientras terminaba de arreglar
algunos mechones de pelo rebeldes—, demos un paseo, nos vendrá
bien un poco de aire fresco.
No
se hizo de rogar. Ambos salieron admirando la luminosidad y el
agradable calor que caía sobre aquel lugar, el tiempo se había
calmado desde el último día y sus cuerpos agradecieron la
exposición a la luz. Aodren se dió la vuelta para observar la algo
abandonada y pequeña casa de campo durante un breve instante, la
misma que les supuso el sitio idóneo para resguardarse durante la
noche.
Continuaron
en silencio mientras el sonido de un arroyo no demasiado lejano
calmaba sus espíritus, y sus pasos les llevaron tiempo después a
internarse en un pequeño jardín también falto de cuidado desde
hacía mucho, que pronto se iría convirtiendo en un frondoso y bello
refugio conforme avanzaron en él. En el ambiente comenzaron a flotar
suavemente pequeñas florecillas de pelusas blancas que jamás había
visto, las cuales aleteaban su vuelo al ritmo de un ligero aire. Una
de ellas acabó aterrizando suavemente en el cabello de Gwenn para
quedarse sin que ésta se percatase del improvisado y natural adorno
mientras él contemplaba la escena con simpatía.
Las
ramas en las alturas, tupidas enormemente de hojas, dejaban pasar los
rayos de sol desde pequeños huecos, adoptando auras de naturaleza
casi divina. Fue una sensación extraña, al menos para él, pues
dicha arboleda nunca le hubo resultado visible desde la casa. Le
pareció un lugar de aire ancestral, se preguntó si en otros tiempos
se habrían celebrado allí algún tipo de rituales.
—Espero
que puedas perdonarme, no he sido del todo sincera contigo —habló
de repente Gwenn dando algunos pasos hacia atrás.
—¿De
qué...?
El
hechicero no pudo acabar la pregunta, una manada de lobos de pardo
pelaje apareció sin saber de dónde. Cuatro de ellos ya le rodeaban
a poca distancia andando lentamente en círculo en sentido de las
agujas del reloj, mostrando fauces amenazantes y miradas forjadas por
pequeños focos de fuego ardiente. De entre la arboleda surgió hacia
su posición una mujer escoltada por otro grupo del mismo tipo de
animal. De
rostro joven e inocente, pero desafiante, con ojos propios de una
criatura salvaje, mostraba largos cabellos pelirrojos y prendas de
cuero de extrema ligereza que compartían diversas tonalidades
canelas y verdes. Sus pasos vinieron acompañados de unas fuertes
botas de montaña de caña alta, y en su mano derecha medio alzada,
desnuda al contrario que la otra embutida en un guante de cuero
negro, portaba una llama que parecía no quemarla, de misma
intensidad y tonalidad que los ojos de aquellos cuadrúpedos. El
brujo, temiendo un amargo desenlace, se sintió traicionado.
—¿Qué
es esto?, ¿es por la sangre inocente que pesa en mis manos? —dijo
sin intención de oponer resistencia alguna a lo que creyó un juicio
a sus actos.
—No.
Esas muertes que crees haber contemplado fueron burdas ilusiones.
—¿Ilusiones?, ¿de qué estás hablando?
—De tu transformación de tiempo atrás, una transformación alterada para atormentar tu
mente, algo que no debió ocurrir. Experimentaste tus propios temores
durante tiempos difíciles de determinar, aunque algunos cazadores de fortuna de diversa índole sí que intentaron ir a por ti por su
propia cuenta y riesgo. Gwenn ha sido la última, y como imaginarás,
la única que tuvo éxito.
El
desconcierto en el rostro de él se hizo patente. Continuó siendo
consciente de que su interlocutor necesitaría tiempo para asimilar
lo que estaba oyendo.
—Ella
acudió a nosotros en busca de redención. Es una iniciada en nuestro
clan y necesitaba pasar su propia prueba, tenía tan buenas aptitudes
que la hicimos partícipe del proyecto, a su manera. Somos un círculo
druida, Aodren, te observamos desde hace mucho. Durante incontables
estudios y sacrificios decidimos usar un potente conjuro que serviría
como obstáculo al demonio que intenta abrirse paso a través de ti.
—No
es posible, siempre he pensado que todo formaba parte de una misma
fuente —dijo mientras se observaba las manos y el pecho con aire
reflexivo, como si las dudas sobre realmente quién era él mismo
cobraran una intensidad inusitada.
—Tu
transformación en licántropo es algo común entre los nuestros, al
igual que en otro tipo de formas de vida salvajes. Normalmente es un
cambio breve ligado a la propia naturaleza en la que no se pierde la
consciencia, sino que se ganan estados de percepción más complejos.
En tu caso algo debió salir mal, debido seguramente a la posesión
de la que eres objeto. El conjuro, aun consiguiendo mantener a raya las
intrusiones de otros planos, se torció en maldición por influencias
que ya habían dejado en ti anteriormente, una alteración que dejó
sin conexión alguna con los espíritus de la vida al cambio que experimentaste.
—¿Con
qué estaba conectando entonces?, ¿con alguna parte de mi mismo, con
oscuros recuerdos quizá? Una mezcla de magia y hechicería demasiado
extraña incluso para mis conocimientos.
—La
conexión con la naturaleza mantiene el equilibrio, cuando esa
conexión no existe el equilibrio desaparece y la bestia tiende al
lado oscuro, a los negros recuerdos, situaciones que quedaron sin
resolver, heridas, traumas... Todo ello se magnifica y lleva a un camino hacia la locura
desligado de toda razón, al final dejas de ser hombre y solo queda
la bestia, incapaz de sentimiento alguno, solo calmada temporalmente
durante las rabias de intensa furia sanguinaria y la satisfacción de
los instintos más primitivos.
Tomó
una pausa al sentir que comenzaba a correr de nuevo una agradable
brisa que relajaba los cuerpos presentes. Movió su mano derecha en
el aire con cierta armonía dejando atrás un hilo de luz anaranjado
mientras sus compañeros lobunos acudían junto a ella en actitud
distendida. Sin duda obedecían sus órdenes.
—Confío
en que algún día comprendas que no había otro camino posible
—continuó hablando—. Quedamos muy pocos de los nuestros y hemos
estado librando nuestras propias batallas. Eres, junto a todos los
demás, una pieza clave para las que están por llegar.
—Habría
agradecido que os hubiérais presentado ante mí antes de hacerme
pasar por esto.
—Tenemos
nuestras propias formas de hacer las cosas, actuamos desde la sombra
sin mostrarnos directamente desde que comenzamos a ser perseguidos
como presas de caza.
—¿Perseguidos,
por quién?
—Es
una larga historia para la cual no es el momento. Lo que debes saber
es que la semilla ha sido plantada en tí, de una forma que no se
había hecho antes y precipitada por los acontecimientos pero era el
destino que se hubo revelado ante nosotros. La conexión que estaba rota en tu interior puede ser
ahora restablecida pero dependerá de tí qué dirección escoger
cuando tu camino se divida en dos y debas tomar un desvío. Nuestra
enseñanza no puede ser forzada, pues solo la puerta debe ser
mostrada, y ser tú quien ande a través de ella.
No
hubo tiempo para reacción alguna. Ya había comenzado a avanzar
rápidamente hacia él mientras finalizaba la última frase, alzando
su mano izquierda mostrando en ella una llamarada similar a la de la
otra mano, solo que esta era de tonalidades verdes.
Aodren
se sintió paralizado. La llama llegó a su pecho y lo perforó casi
sin esfuerzo arrancándole un alarido de dolor mientras ella
introducía su mano. Sintió un frío intenso, como si se hubiera
formado un glaciar desde dentro de su pecho, y luego un calor
abrasador cuando el brazo de ella empezó a retirarse después de
hurgar en él. Al sacarlo del todo pudo observar, en su puño ahora
cerrado, un trozo viscoso y negro como el fondo del pozo más
profundo.
—Solo
puedo arrancarte este fragmento. El resto dependerá de ti.
Un
intenso mareo acudió a su cabeza difuminando su visión llevándolo
al borde del desmayo, todo le dió vueltas mientras le daba la
impresión de que los rayos de luz que atravesaban las frondosas
ramas se ensanchaban cada vez más hasta llenar todo el ambiente sin
que pudiera ver nada. Pasó un tiempo indeterminado hasta que un
conocido panorama se fue presentando suavemente ante él. Una
familiar silueta femenina, una ventana abierta de par en par, y unos
ojos muy claros, fijos en los suyos.

El
largo y castaño cabello de Gwenn resplandecía por el reflejo
del sol de una mañana que comenzaba a despertarse. Le llamó la
atención enseguida algo enganchado en su pelo, un destello de un
blanco como el de una pequeña, clara y solitaria nube en pleno
mediodía.
Una
flor de blancas pelusillas.
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