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Integridad

¿Son en ocasiones las personas que nos rodean las que mejor nos pueden describir y conocer? Su mirada se cruzó con la mía aquella noche y me habló con sinceridad esbozando una ligera sonrisa. "Soy amiga tuya desde hace muchos años porque te considero una persona íntegra".

Una persona íntegra. Ese adjetivo caló hondo en mi, algo que jamás nadie me había dicho nunca. Alguien íntegro, lo que implica ser una persona con rasgos como la honestidad y la confiabilidad, alguien que permanece fiel a sus principios sin importar las consecuencias, alguien que se da cuenta de que hay absolutos morales aún en un mundo de valores relativos... Alguien en quien se puede confiar, de buenos principios morales y espirituales. Fidelidad, responsabilidad, respeto... Ser congruente con lo que se piensa, se dice y se hace.

¿En serio puedo ser yo algo de todo ello?, me preguntaba mientras pensaba al respecto una y otra vez. Pero no hallé una respuesta. Sólo tengo claro que es la clase de persona que me esfuerzo por ser. Que mis padres sí lo son, y siempre son para mi el modelo a seguir porque representan todo ello y más aún, valores que desde siempre me han querido inculcar con dedicación y esmero.

Pero el mundo es cruel. En cuanto a las personas, cuanto más las conoces más puede llegar a darse uno cuenta de cómo impera la falsedad y el egoísmo hasta límites que pueden llegar a resultar realmente repugnantes, la carencia de valores, la falta de respeto y honestidad... Y en cuanto a la vida en sí misma, todos esos golpes que nos llegan por causas del propio destino, de esos eventos de los que carecemos de control alguno y acabamos perdiendo algo (o especialmente alguien) importante y con ello una parte de nosotros mismos.

Cuando se recibe ese daño la propia alma se tambalea con cada golpe, amenazando hacer añicos la integridad que se lleva dentro. ¿Cuántas veces no he deseado ser alguien no tan sentimental y volverme un auténtico cabrón?, más de una vez, aunque cierto es que poco después ese pensamiento se desvanecía tal y como había venido.

Y es que dependiendo del daño y la persona en sí sólo hay dos caminos posibles. O se corrompe la personalidad para siempre, o se supera sin dejar de ser uno mismo (aún pudiendo tener en cuenta ciertas variaciones, pero sin desvirtuar la forma de ser en sí misma).

Todo esto se resumiría en dos frases que recuerdo de varias películas. "O mueres como un héroe, o vives lo suficiente como para verte convertido en un villano", y la otra, "puedes cambiar de armadura, pero no de corazón".

Yo personalmente me veo en el segundo grupo después de mis experiencias personales, al menos por el momento. Espero que no llegue el día en el que acabe como el personaje de Dos Caras, o el propio Joker. ¿Pero qué demonios?, puestos a elegir, me quedo con el Motorista Fantasma.

Pero no quiero terminar este fragmento de pensamientos siendo ni mucho menos pesimista. Me considero afortunado de conocer y tener la oportunidad de seguir conociendo a personas que realmente valen la pena y han estado ahí cuando los he necesitado o lo he pasado realmente mal, con recuerdos y momentos  maravillosos e inolvidables, así como hacerme ver que aún existen esos buenos corazones que tanta falta hacen en este mundo cada vez más... deshumanizado.

Y después de haberme despertado hace unos 15 minutos aproximadamente (sin saber si es debido a un sueño que no consigo recordar o al terrible calor que hace) y dar rienda suelta a mis inusuales ganas de escribir y con ello a parte de mis pensamientos a estas horas, vuelvo a la cama.

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