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Nauta


A veces se manifiesta una realidad tan vívida, o incluso más, que la experimentada en la vigilia cuando esa chispa de la lucidez se dispara durante un sueño. En una de esas ocasiones recuerdo encontrarme en un paseo nocturno a través de un parque, en solitario, bajo una copiosa lluvia. Incrédulo por lo real que parecía todo, me acerqué a un pequeño muro sobre el cual veía las gotas impactar en diminutos charcos entre reflejos de oscuridad y ciertos tonos verdosos, propios de la ténue iluminación que caía sobre las hojas de los árboles, proporcionada por unas farolas algo distantes. Bajo la transparencia del líquido, la textura grisácea e irregular del cemento se presentaba como un paisaje rocoso de montañas y valles observado desde las alturas, mostrando cada centímetro particularidades únicas allí donde mirase.

Uno podría llegar a preguntarse, y de hecho lo hice en su momento, si ese parque ya existía antes de que mi consciencia paseara por él, como si contemplara la posibilidad de visitar lugares más allá de lo tangible mientras se duerme. La otra perspectiva, más "terrenal", es la de que todo es un producto de la mente. Quizá en algunas ocasiones ocurra lo primero y en otras lo segundo, quizá todo forme parte de solo una de las opciones, o puede que una mezcla de ambas. Sea cual sea la naturaleza, el asombro y el misterio es el mismo.

Este tipo de ensoñaciones lúcidas van más allá en su complejidad. Ciudades, paisajes y construcciones de toda índole suelen ser lo más habitual, pero también se unen a veces animales extraños, seres o entidades sin una descripción del todo clara, incluso libros con todo tipo de detalles en las texturas de sus páginas con ilustraciones y palabras de idiomas incomprensibles, así como personas de toda edad y condición con rostros definidos que no resultan familiares junto a actitudes propias de una personalidad individual. Me he lamentado de tener pésimas habilidades como dibujante, puesto que al poco de despertar no han sido pocos los momentos en los que me he visto capaz de plasmar todo ello si pudiera ir más allá de humildes y simplones bocetos.

Algo realmente curioso que ha llegado a ocurrir con respecto a las personas oníricas es yo haber mencionado abiertamente delante de ellas el saber que todo es un sueño, que les estoy soñando tanto a ellos como al entorno, y en ese instante cambiar sus expresiones, observándome fíjamente con aires de asombro, hostilidad, rechazo, e incluso cierto miedo. Como si de repente tuvieran delante a un ser lunático y extraño.

El gran misterio de como la mente es capaz de generar esos mundos con tantos matices, elementos y detalles, haciendo sentir que hay vida aparente en ellos, me ha llevado a pensar en que quizá el universo es a su vez un producto mental de algo que nos trasciende y nos es incognoscible, que habita en la eternidad que reside más allá de nuestro espacio y tiempo. Representaría lo que tantas culturas y creencias han intentado dilucidar como la energía creadora de todo, encontrándose su esencia tanto en lo que nuestros sentidos son capaces de captar, como en lo que escapa a ellos, incluyendo tanto la vida en sus infinitas formas como la materia que consideramos inanimada (no hay que olvidar que todo está hecho de partículas en diversos grados de vibración, en constante movimiento). Un concepto completamente diferente de la visión de los dioses tradicionales que han intentado inculcar muchas de las religiones a lo largo de la historia de nuestra especie.

No quiero decir con esto que nuestros sueños sean una especie de equivalente a lo que podamos experimentar en la vigilia (aunque no sean pocas las veces en las que la línea que separa ambas cosas parezca difuminarse enormemente, especialmente con los recuerdos), sino más bien a una especie de paralelismo. Estas reflexiones de lo onírico me recuerdan a las infinitas formas en las que nuestras consciencias interactúan con el mundo, y el mundo a su vez con éstas. Estamos rodeados de enigmas fascinantes como bien se muestra en el experimento científico de la rendija, donde las partículas se comportan de forma diferente dependiendo de si hay un observador o no, un hecho que lleva a ciertas preguntas inevitables, ¿hasta qué punto creamos con nuestra mente todo lo que nos rodea?, bien es cierto que existen leyes naturales inquebrantables, pero también lo es que todo, absolutamente todo, está dentro de nuestra cabeza; lo que sentimos, lo que pensamos, lo que amamos, nuestras experiencias y la forma en la que las interpretamos... ¿No es acaso nuestra mente otro universo en sí misma?, un universo con sus luces y sus sombras, con sus ángeles y sus demonios, sus dichas y sus pesadillas...

"Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba." A cualquiera que haya leído y estudiado un poco sobre filosofías y creencias antiguas le resultará muy familiar la idea que yace en lo que he ido escribiendo.

La idea de que todo está conectado, que todo es como un sueño, tan ilusorio y tan real al mismo tiempo.
 

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