Ir al contenido principal

Tiempos peligrosos para pensar

Se cumple aproximadamente un año desde que el mundo tal y como lo conocíamos comenzara a cambiar por completo, y permanecen retazos de la sensación de estar en un extraño sueño del cual aún no se ha logrado despertar. Una oleada cuya procedencia permanece sospechosamente sin ser esclarecida con exactitud que ha ido golpeando cada continente, sacudiendo en mayor o menor medida unos cimientos que se creían firmes y revelando que en realidad están compuestos de un barro fácilmente moldeable si se dan las condiciones adecuadas.

El impacto más directo se refleja en todas aquellas personas que ya no se encuentran entre nosotros, y las que por desgracia les seguirán, siendo la capa superficial de un iceberg perturbador. Desde familias rotas y marcadas para siempre, pasando por quienes tienen graves enfermedades sin ser atendidas o mal diagnosticadas por no tener preferencia, el aislamiento o distanciamiento dependiendo de la zona geográfica, las desconocidas secuelas en el organismo, depresiones, ansiedad, la cada vez más pesada incertidumbre sobre la economía, el futuro... Poco se habla de los cambios a los que nuestra psique está siendo sometida por múltiples frentes, consecuencias psicológicas aún por dilucidar que parecen no tenerse en cuenta.

Mientras los profesionales de la salud física y mental han ido dejando su cuerpo y su alma en primera línea de lo que sin duda es una guerra mantenida en la sombra, se ha dejado más al descubierto que nunca el triunfo de la mediocridad que campa desde hace muchísimo tiempo en una sociedad profundamente corrompida, donde las instituciones políticas de toda bandera y color, junto a los organismos que alcanzan las alturas más altas de la pirámide, han demostrado ser inútiles e incompetentes (y lo siguen haciendo) a niveles difíciles de asimilar por cualquier mente racional. No existe la autocrítica, ni las responsabilidades, ni las consecuencias. Y esa corrupción, como la peor de las enfermedades, extiende sus raíces putrefactas hasta los niveles más bajos, sustentándose y alimentándose a costa del resto como si de una cepa vampírica se tratase.

En otro orden de cosas, pueden verse los síntomas de una población cada vez más polarizada, enfrentada y dogmatizada, poniendo en peligro de extinción la racionalidad, la reflexión, el debate y el respeto a quien piense diferente, sumida en una crisis de valores y empatía. Hay intereses ideológicos siendo programados en las mentes carentes de espíritu crítico con fines de control y poder (y quién sabe qué más) que priman sobre todo lo demás, incluyendo por supuesto la vida y la salud de nuestros congéneres. Ciertas corrientes de pensamiento que van saltando de mente en mente, infectándolas con riesgo de radicalización, extendiéndose como un virus que absorve y fagocita a la víctima transformándola en un elemento más de una masa social fácilmente manipulable, empujada por un sentimiento de satisfacción e ilusoria felicidad al creerse formar parte de algo y luchar por lo que le han hecho creer que es lo correcto. Una entrega en sacrificio de la propia individualidad y criterio que sesga la visión de la realidad, etiquetando y atacando a todo aquel que manifieste ideas discordantes.

No deja de ser verdad que todos estamos manipulados en mayor o menor medida, pues es algo difícil (por no decir imposible) de evitar en el mundo en el que vivimos, pero también lo es el hecho de que cuanto más interés se tenga en conocerse y cultivarse a uno mismo intelectualmente, más herramientas se tendrán disponibles para defenderse y ser consciente.

Si bien es cierto que todo lo que he ido relatando hasta ahora no es nada nuevo, pudiendo por desgracia formar parte de cualquier época de nuestra historia como especie, hay elementos que actualmente lo hacen diferente, entre ellos y especialmente la globalización y la tecnología.
 
Internet y los dispositivos móviles, en los que cada vez se encierra más la gente, están uniendo y atomizando las mentes a lo largo y ancho del mundo, encerrándolas en celdas invisibles dentro de ese espacio donde hasta hace apenas unos años solo unos pocos transitaban, cuando aún no existían los escaparates de vidas aparentemente perfectas, el culto a la imagen, al reconocimiento y a la adicción de los "likes", por mencionar algunos. La masificación de su uso y esta era de la saturación de información (o mejor dicho, desinformación) están cambiando los circuitos neuronales a niveles inimaginables (sobre todo en los niños y niñas expuestos sin control desde edades muy tempranas), creando un caldo de cultivo perfecto para hacer seres humanos mucho más influenciables y "zombificables". No es ningún secreto que grandes corporaciones y otros núcleos de poder crean corrientes de opinión, pensamiento e influencia, junto a experimentos y estrategias de ingeniería y arquitectura social.

No quiero hacer parecer que mi visión es puramente pesismista ante el panorama general. La tecnología, como herramienta que es, no es intrínsecamente positiva o negativa, lo es dependiendo del estado y la naturaleza de la mente que la use. Internet nos brinda oportunidades que serían clasificadas como magia en otras épocas, pudiendo acceder a cualquier conocimiento sobre cualquier temática que deseemos en pocos instantes, estar en contacto con cualquier persona desde cualquier lugar, tener experiencias muy positivas, vías para conocer, aprender, compartir, divertirnos y desarrollarnos de formas que generaciones anteriores no habrían jamás imaginado. Si en esta ocasión me centro en los aspectos más sombríos es por ser lo que menos visibilidad tiene entre todo el ruido con el que somos bombardeados a diario mediáticamente, ese lado oscuro que no interesa ser dado demasiado a conocer y que queda sepultado por superficialidades huecas y banales.

Es inevitable cargar con una mezcla de hartazgo, impotencia, decepción, rabia, incredulidad... pero desde luego no de sorpresa, y encontrarme con muchas personas con miedo a expresar abiertamente sus ideas y pensamientos en público me dieron toques de atención, además de otras cosas que no mencionaré que igualmente me preocupan profundamente desde una perspectiva sociológica. Como bien dice una frase de Carl Jung, "no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad". Solo siendo conscientes de lo que ocurre nos hará ayudar y actuar en consonancia, procurar sacar lo mejor de nosotros mismos y con ello de quienes nos rodean dentro de nuestras posibilidades y circunstancias.

No dejo de preguntarme si acaso la intención al ir dejando atrás las viejas religiones de antaño es reemplazarlas por otro tipo de credos ideológicos, ¿acaso está en nuestra naturaleza el caer en este tipo de autodestrucción cíclica?, el fanatismo y la corrupción son las peores plagas que nos azotan desde siempre y poco hemos evolucionado al respecto, esas forman la verdadera pandemia que tanto nos afecta. Mientras tanto las mentes psicopáticas insaciables de codicia y poder van manejando los hilos como titiriteros, para que nosotros, como marionetas, bailemos sobre el escenario sin ser conscientes de las cuerdas. Cuanto más divididos y enfrentados, mejor.

Embaucados por tiempos peligrosos para pensar, no hay peor esclavitud que aquella en la que siendo engañados, se nos hace creer que somos libres. Cuestionarlo todo y crecer interiormente de forma constante es el único camino para hallar esa verdad y esa libertad a nuestra manera.

Comentarios