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Tiempos extraños

Cierto tipo de sueño se ha vuelto muy común en mis viajes oníricos desde hace bastante. Van y vienen por épocas, siendo cada uno de ellos diferente tanto en su conjunto como en sus detalles, pero la excepción mostrada por esa característica que comparten es la sensación de ser incapaz de encontrar el camino de vuelta en cuanto deseo volver, encontrándome perdido sin rumbo alguno. A veces, cuando me encuentro lúcido, puedo conseguir salir de la ensoñación a voluntad. En una de esas ocasiones pude notar cómo mi cuerpo dentro del sueño ascendía lentamente mientras se volvía en posición horizontal, para luego descender en esa misma postura y sentir como si volviera a mi cuerpo físico real, despertándome justo en el instante en que ese "cuerpo onírico" se fundía con el de carne y hueso que yacía plácidamente en la cama.

He contemplado durante esos viajes caminos y autopistas interminables a través de campos y ciudades más allá de la imaginación. Algunos de los más fáciles de describir eran como bosques de oscuras e intensas tonalidades de verde sobre un espeso manto de abundantes hojas secas, hojas que no debían apartarse, pues quien comenzara a retirarlas llegaría el momento en que daría no con una superficie sólida de tierra, sino con un mar de nubes claroscuras sobre una atmósfera cambiante, y si no se andaba con cuidado se podía caer hacia aquel cielo tan extraño a través de esos huecos.

En otro se levantaba a mi vista una urbanización propia de un futuro lejano e indeterminado, poblada de rascacielos construidos enteramente de un cristal tan resistente como resplandeciente, acompañados a su vez de calles impolutas de un asfalto carente de imperfecciones que terminaban en enormes estaciones de transporte. Una iluminación artificial intensa que a pesar de ello no llegaba a resultar molesta inundaba aquellas estructuras, desde donde entraban y salían vehículos extraños que se asemejaban a una mezcla entre un tren y un autobús. Todo ello bajo el atardecer permanente de un sol extraño, palpitante y anaranjado que parecía acercarse cada vez más ocupando una mayor parte del firmamento, volviéndose más perturbador a cada instante y causándome un gran impacto, mientras que por el contrario los viandantes no prestaban atención a aquel fenómeno imposible de ignorar. Era un evento inofensivo a excepción de quien no llevara el tipo de gafas que todos portaban, cada una de ellas de diversos estilos y diseños adaptados tanto a niños como a adultos, pero con una misma clase muy especial de cristal, un complemento de protección que era tan imprescindible y habitual como el llevar cualquier prenda de ropa. Quizá incluso más, porque observar aquel terrible espectáculo con el ojo desnudo conllevaba perder la cordura al tiempo que una desconocida radiación impactaba los globos oculares, viniendo después lo peor, puesto que el sujeto perdía para siempre la percepción del mundo real pasando a observar horrores inombrables que atormentarían el resto de su existencia.

Independientemente del escenario en el que me encuentre, la mayor parte de la gente aparece realizando con indiferencia sus rutinas con normalidad, pero a veces algunas personas se detienen para observarme con curiosidad y cierta mezcla de extrañeza y simpatía, como si a pesar de mi aspecto sin nada destacable supieran que no soy de allí, un raro visitante que viene de algún punto muy lejano. En una ocasión al cruzarme con una chica incluso me llamó por mi nombre, deteniéndose para saludarme como si nos conociéramos de tiempo atrás, presentándome a un chico y a otra muchacha que la acompañaban. Sus rostros no los había visto jamás. Es una lástima que mi habilidad con el dibujo no sea lo suficientemente buena, porque podría dibujar a menudo las facciones de quienes me encuentro en estos viajes oníricos.

Luego están las otras veces en las que recuerdo haber estado acompañado por rostros familiares. Un ejemplo fue el de reconocer a un viejo amigo de la infancia durante una travesía que me llevó a una gigantesca planicie de rocas rojizas bajo un cielo nocturno lleno de estrellas de gran brillo que permitían ver con cierta claridad. Ese compañero iba a mi lado en cada uno de mis pasos, y a pesar de reconocer su rostro algo me hacía saber que en realidad no era él, sino una especie de "guía espiritual" que había escogido aquella apariencia física para que yo me sintiera más cómodo ante su presencia.

Allí pude ver edificios negros como la obsidiana esparcidos a gran distancia unos de otros, con un diseño tosco e industrial nada agradable a la vista, portadores silenciosos de chimeneas escupiendo un humo que era testigo mudo de la misteriosa actividad que dentro de ellos acontecía. Justo en el centro de la explanada yacía una construcción que compartía las mismas tonalidades, pero de formas y materiales muy distintos, una gran catedral gótica de muros propios de ríos de lava solidificados que creaban formas imposibles en su ascenso adoptando la aparente función de torreones. Al acercarme sus puertas de metal se abrían a mi paso, mostrando grabados irreconocibles que se hacían más notorios al impactar en ellas los resplandores de dos esferas translúcidas, que contenían un fuego de colores cambiantes entre verdosos y azulados que daban la bienvenida a un salón principal cubierto por una alfombra roja, que llevaba al fondo a una escalera ascendente con forma de caracol. Todo el interior de la estructura estaba bañado por una luz escarlata que se derramaba a través de unas cristaleras de ese mismo color, situadas sin orden aparente tanto en el techo como en las paredes. Cristaleras que curiosamente no eran visibles desde el exterior. Lo último que recuerdo es estar subiendo los peldaños de aquella escalera impulsado por una intensa curiosidad.

Leyendo las anotaciones que realizo a modo de diario onírico pronto me di cuenta de que, exceptuando este último sueño del cual se me han quedado más detalles perdidos en la memoria, muchos comparten algo más aparte de ese potente éxtasis de motivación por explorar que se ve interrumpido de repente con un instante de sentimiento de encontrarse perdido, y comenzar a buscar un camino de vuelta que no consigo hallar. Todos muestran inicialmente realidades idílicas que con el tiempo terminan mostrando un lado oscuro y terrible que está siempre presente, aunque inaccesible y oculto durante unas primeras tomas de contacto.

Bajo un punto de vista analítico he relacionado los aspectos clave experimentados en estas ensoñaciones con el gran conflicto existente entre el impulso por el descubrimiento, la búsqueda de lo desconocido, de respuestas y de nuevas experiencias, y el efecto de peligro y vulnerabilidad que genera el salir de la zona de confort. A esto le añadiría un cierto miedo a un exceso de desconfianza quizá germinado por experiencias nefastas del pasado, y también al sentimiento de pérdida representado en ese momento de querer buscar en vano un camino de vuelta a casa, pero no a esa casa que puede entenderse como lugar físico, sino más bien por lo que se podría interpretar como hogar en cuanto a sentimientos, siendo un buen ejemplo de ello (y no el único) personas de influencia positiva que se han querido o amado (o que se continúa haciéndolo), y que por cuestiones del destino no están presentes.

Desde hace ya un buen número de años el mudarme supuso un punto de inflexión que me permitió llevar a cabo importantes cambios mediante un bagaje positivo que oxigenó mi mentalidad y mi forma de ver las cosas, dándome cuenta de muchas otras, pero todo sigue formando solo una parte de ese camino que todos recorremos en el cual el cambio es la única constante. Aunque se vacíe la maleta cada cierto tiempo de todo lo se crea que nos es perjudicial, siempre suelen quedarse fragmentos, aunque no los considero como remanentes de etapas no superadas sino como trozos de existencia que han permitido crecer dejando un aprendizaje, mientras el tiempo reduce paulatinamente su tamaño y su efecto tóxico en la propia mente. Pero que desaparezcan del todo es ya otra historia muy distinta.

Este tipo de sueños los interpreto, en definitiva, por una parte como un desahogo o manifestación de pensamientos y sentimientos que suelen permanecer en segundo plano a veces durante el día a día, y por otra, como un toque de atención para no bajar la guardia en el desarrollo personal, pues ser conscientes de lo que llevamos en nuestra maleta de la vida es el primer paso para mantenerla limpia y a punto dentro de lo posible en cuanto a nuestras circunstancias y posibilidades.

Solo me queda preguntarme, ¿podrían existir más claves e interpretaciones ocultas?, no me cabe ninguna duda, así como tampoco se puede ignorar los efectos que pueden tener en la psique el momento histórico y excepcional que se está atravesando prácticamente de forma global.

Escuchad a vuestros sueños, y os escucharéis a vosotros mismos.

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