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Crónicas de Aodren: Ars goetia

Lo que interpreté como una llamada de auxilio me hizo salir inmediatamente del camino, abandonando la seguridad de la senda que creía pertenecer a mi destino, adentrándome en un terreno árido de vibraciones desconocidas y hostiles. Acudí raudo al origen de la señal y me encontré con una mujer muy cerca de un carruaje accidentado y volcado. Permanecía de pie sin ningún tipo de herida visible, y parecía estarme esperando. Mirándome a través de sus ojos invisibles tras un largo cabello intensamente moreno cuyos mechones tapaban la mayor parte de su rostro, señaló con su mano izquierda lo que se levantaba a unos pasos tras su espalda, una pared compuesta de arena completamente perpendicular a la superficie con la que compartía sus desérticas tonalidades.

Sintiendo en su gesto una invitación que no debería rechazar, me acerqué y comprobé que podía introducir mis pies y mis manos sin esfuerzo en aquel muro y me dejé llevar por la sensación de que debía ascender. Un miedo a las alturas me sobrevino brevemente, como compañero del terror a que toda la arena se viniera abajo en cualquier momento, pero aquel muro se mantuvo firme mientras cedía lo justo sin resistencia para dar cabida a mis extremidades.

Escalé durante un tiempo que no sabría calcular hasta que vislumbré por fin la cima, cuya conquista sí requirió un notable esfuerzo por mi parte. Y allí, en aquellas alturas, me esperaba otra persona de la cual no distinguí detalle alguno a excepción de unas vibraciones positivas y una presencia igualmente femenina. Observé frente a mí una enorme extensión de arena (mucho más clara y brillante que la que había visto hasta el momento) y dunas que terminaba en un mar tras un horizonte no demasiado lejano, y no tardé en ser bañado por una intensa luz de agradable aunque sofocante calor bajo un cielo limpio de azul cristalino. "Ahora estás mucho más cerca del sol", me dijo aquella extraña y enigmática compañía sin necesidad de mover sus labios y articular palabra alguna.

Comprendí que había trascendido a través de mi senda espiritual, esa vereda que solo se nos muestra en el momento adecuado. Ese camino que no se busca, ese que más bien nos encuentra. Y es entonces, cuando supe, que había subido un importante peldaño en mi escalera de evolución.

A través de una laguna en la memoria que no he conseguido recuperar, me vi de repente en otra localización mucho más familiar. Estaba siendo puesto a prueba en mi antigua casa. Fui visitado por un astuto duende de terrible aspecto, una criatura propia de los niveles más bajos del inframundo destinada a arrastrarse entre las sombras, y colarse por puertas y ventanas para robar pedazos de las almas de las escogidas víctimas, mientras estas agonizan por el hecho de contemplar su rostro o entrar en contacto con sus desproporcionalmente largas y delgadas extremidades.

Sus alaridos de rabia al no poder entrar mientras yo bloqueaba con grandes tablones de madera, y justo a tiempo, sus intentos de incursión, habrían hecho perder el juicio a cualquiera, pero de algún modo me mantuve estoico. Tras una larga resistencia no solo detuve sus asaltos hasta hacerle desistir, sembré la fuerza suficiente para salir de mi zona de confort y confrontarle directamente.

Lo que recuerdo a continuación es estar sujetando con firmeza el cuello del ser, mientras este gimoteaba con gestos de rendición, retorciendo su horrible rostro y sus repugnantes brazos y piernas cual insecto indefenso entre estertores de una muerte inminente. En un instante se desmoronó su máscara de fingida sumisión y alzó su mano derecha señalando una puerta cercana de rejas color sangre que guardaba tras ella solo un cúmulo de oscuridad y negrura que palpitaba con conciencia propia, y me dijo que ahí residía el verdadero horror, el cual saldría pronto a por mí.

Le respondí que el poder que aguardaba allí sería interesante conocerlo, pero que seguramente le gustaría saber que en realidad yo era esa presencia. Un extraño poder comenzó a emanar desde mi interior tras dejar escapar esas palabras de forma involuntaria, atormentando la mente de aquel desgraciado, estrujando sus pensamientos como si aplastara con mi mano una flor seca hace largo tiempo, deshaciéndola en pedazos infinitamente pequeños, mientras el entorno se oscurecía a mi alrededor y el cielo se teñía de negro tras unas nubes que de forma anormal aceleraban su velocidad. Parecía estar alterando parte de la realidad a mi antojo.

No hubo nada más.

Desde entonces, cuando las pesadillas intentan extender su manto y noto acercarse a los seres que vagan con la única intención de transmitir tormento, soy capaz de repelerlos a voluntad, de ser yo quien les inflinge el tormento aumentado de forma exponencial junto a un aura a modo de protección que me vuelve inalcanzable a sus tretas, incluso quemándolos si se acercan demasiado. Mis siguientes pasos serían aprender a doblegar sus voluntades a la mía, aprender más de ellos, conocerlos en profundidad, a las dimensiones de las que proceden, diseccionar sus esencias...

Desde entonces todo ha cambiado, independientemente de si duermo o me encuentro despierto.

Parte de las consecuencias poco se hicieron esperar, no tardarían en llamarme brujo y en ser señalado y perseguido por ello. Unos pocos, sin embargo, acudirían a mí en busca de ayuda.

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