Ir al contenido principal

El pájaro que rompió el mundo

Hacía mucho que salvo algunas anotaciones puntuales que andan algo perdidas no captaba detalles que me parecieran relevantes desde el mundo de los sueños, o quizá no he tenido la mente lo suficientemente dispuesta para ello.

Lo de anoche sin embargo me animó a tomar mejor nota de lo que recuerdo por todas las sensaciones y reflexiones que han derivado con respecto a lo que soñé, aunque el fragmento de memoria que guardo es realmente breve. Pero como suele ocurrir, escribirlo ayuda posteriormente a recordar más detalles que por alguna razón quedan ocultos.

Desde siempre he creído que los sueños son una forma de expresión de nuestro subconsciente. Aunque no en pocas ocasiones puedan carecer de sentido alguno, en muchas otras sí que nos pueden permitir, si prestamos la atención suficiente, conocer mejor nuestro estado interno más profundo. Ese nivel de profundidad que suele pasar desapercibido en nuestros estados de vigilia durante el día a día, un nivel al que si tenemos el suficiente valor para acceder llegaremos a tener oportunidades para conocernos mejor a nosotros mismos.




A través de dicha ensoñación me sentí parcialmente lúcido y consciente. Parecía ser de noche, y lo poco que me resultaba visible estaba cubierto por una tonalidad azulada. Me encontraba de pie e inmóvil sobre una llanura que terminaba abruptamente unos pocos metros más adelante. Alzando la mirada contemplé una especie de río de proporciones descomunales que cruzaba por dicho lugar. Una oscura y violenta corriente de agua transitaba por él y se dirigía hacia la derecha llegando a perderse en una espesa negrura.

Llovía con una fuerza increíble, me intentaba cubrir el rostro con una de mis manos mientras me sentía impactado e incluso con algo de miedo por la intensidad del fenómeno que allí estaba teniendo lugar. La corriente de agua viajaba cada vez con un oleaje más amenazador cuando de repente sobre ella empezaron a aparecer grandes plataformas de tierra que eran arrastradas río abajo.

Poco a poco lo veía todo desde una perspectiva más alta mientras mi sensación de impacto y terror desaparecía, el lugar donde me encontraba iba ganando altura de forma paulatina y yo cambiaba en ese proceso igualmente. Y he ahí lo más extraño de explicar, el cómo comencé a sentirme distinto. Era yo quien estaba allí "físicamente" hablando, pero me sentía un yo diferente en cuanto a personalidad y mentalidad.

Cada vez tenía que bajar más la mirada para divisar aquel enorme río que fluía sin disminuir un ápice su intensidad, cuando llegó un momento en el que empecé a divisar algo sobre los grandes trozos de tierra que eran arrastradas por él. Casas, grupos de casas, incluso una especie de iglesia de la cual recuerdo muy bien ver su torre. Es como si hubiera estado presenciando una especie de cataclismo de inmensurables dimensiones, un pueblo entero estaba siendo arrastrado y resquebrajado por aquella oscura marea.

Me di cuenta poco después de que no estaba solo, pues detrás de mi en la misma plataforma donde me encontraba divisé unas borrosas figuras de un grupo de personas que parecían esperarme y muy cerca a mis espaldas se encontraba alguien más adelantado al resto que no logré identificar. Estaba lo suficientemente cerca como para contemplar al igual que yo lo que ocurría debajo de nosotros mientras permanecía impasible, como si todo aquello le pareciera normal o estuviera predestinado de alguna forma. Diría que por lo que me transmitía, incluso lo aprobaba.

No tardaron en venir pensamientos a mi mente. Algo me decía que aquellos terrenos con edificaciones que eran arrastrados de forma violenta simbolizaban la destrucción de algo que yo mismo había construído tiempo atrás. Partes de mi mismo, partes de mi mundo. Sin ir más lejos todo esto me ha hecho recordar la frase de uno de los libros que para mi más importancia han tenido, "el pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo".

Todo lo relaciono con cambios que he sentido ir experimentando desde hace un tiempo en lo más profundo de mi interior, pero mucho me temo que la verdadera naturaleza y composición de ellos han ido ocurriendo (y ocurren) lejos de mi parte consciente, donde solo atisbo puntas de iceberg. Han sido semillas que ya estaban sembradas y han ido germinando poco a poco al ser regadas por ciertos acontecimientos y pensamientos.

Lo que desconozco en este momento con exactitud son las transformaciones y las consecuencias que traerán los frutos de esos árboles que brotarán de dichas semillas ya germinadas. Eso es algo que sin duda me llevará algo más de tiempo descubrir.

Pero al fin y al cabo de esto trata la vida, ¿no es así? Porque el hecho de que todo cambia y nosotros cambiamos con ello, no cambiará jamás.

Aunque ojalá algunas cosas no lo hubieran hecho.

Comentarios