Ir al contenido principal

Noche eterna

Siempre vuelves. Fría, oscura, sin luna ni estrellas. Eterna. En ocasiones desapareces y te levantas como una niebla nocturna al amanecer, deshecha por algunos tímidos y cálidos rayos de luz. Pero vuelves, siempre vuelves. Y noto tu abrazo. Frío, pesado, cargado de sentimientos de melancolía que parecen llover de tu negrura como una nube descarga su agua en plena tormenta torrencial.


Y ahí estoy yo, intentando devolverte el abrazo. Volviéndome como tú, frío y melancólico. Desanimado, desesperanzado, vacío y agotado. Pero te abrazo. Te estrecho con fuerza, me fundo con tu oscuridad y dejo que la amargura salga de mi corazón a tu encuentro tras un grito desgarrado que parte desde mi interior que solo yo puedo escuchar. Un grito sordo, carente de sonido, pero que golpea en cada rincón de mi ser con la misma fuerza con la que un herrero usaría su martillo contra el yunque para tallar la mejor espada del reino.

Desdichados gritos. Ahogados por la oscuridad y que nadie salvo yo mismo puedo escuchar.

Comentarios