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Oscuridad latente

Mi visión era trasladada de repente a un remoto lugar que parecía estar entre las montañas y rocosos barrancos de un enorme y distante valle. La oscuridad circundante me hacía pensar que era medianoche, y ante mi se alzaba un edificio de enormes proporciones con un diseño de lo más extraño.

Todo él estaba en llamas, el fuego se iba extendiendo lenta pero decididamente, devorando cada rincón de la enorme estructura. El diseño parecía ser propio de una catedral gótica, donde solo predominaba un color grisáceo y en algunas de sus paredes que daban al exterior se podían apreciar unas caras realmente grotescas a modo de gárgolas, pero con un aspecto más bien demoníaco. Rostros retorcidos y amenazantes, ojos negros y vacíos y cornamentas propias de un macho cabrío.


La humareda que despedía el enorme incendio, que parecía ser escupido por el propio edificio, era incluso más negra que la propia noche. Se alzaba en el cielo, rasgando las pocas nubes visibles, como si intentara alzarse lo más alto posible y devorar a las propias estrellas.

De pronto me vi en mi propia casa. El cielo era de un color celeste apagado, como si estuviera a punto de comenzar el atardecer, y me encontraba mirando a través de la ventana. Pocos segundos más tarde unas enormes humaredas negras atravesaban el cielo e iban apoderándose de él, cubriéndolo con un negro tan oscuro como el que había visionado anteriormente.

Una figura anónima se encontraba a mi lado. Le hablé:

- Mira. Esa oscuridad proviene del edificio en llamas de entre las montañas. Pronto lo cubrirá todo.

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