Creyó deambular, por espacios liminales, escuchando el ruido blanco, que rumia tras las calles. Las mudas conversaciones, de las almas más errantes, cuyos pasos aunque firmes, no irán a alguna parte. Desde todo lo llovido, sin volver a ver a nadie, ya no es mundo de los vivos, solo sombras fantasmales. Un viejo timón roto, y la llamada irrecusable, de corrientes invisibles, en la nada palpitante.
El pequeño rincón de un poeta por accidente, un humilde escritor, un soñador permanente.