Ir al contenido principal

Días extraños

Una cosa es lo que realmente somos. Otra lo que creemos ser, y otra lo que los demás creen que somos. Y lo primero muy pocos llegan a conocerlo plenamente. Estoy convencido de que cada ser humano resulta a veces difícil de percibir, incluso por sí mismo.

Todos tenemos un potencial que si llegáramos a exprimir conociéndonos a nosotros mismos de forma completa, seguramente nos parecería una imagen casi imposible. Alguien completamente diferente en el cual nos costaría vernos reflejados.

¿Pero por qué? A veces pienso que una fuerza nos oprime enormemente para mantener la balanza entre lo que creemos ser y cómo los demás creen que nos ven, especialmente si le damos demasiado poder sobre nosotros a la persona equivocada. Una fuerza que nos comprime en una prisión de la cual no somos conscientes y nos limita. Limitaciones que nos hacen sufrir, a padecer días de melancolía y abatimiento.

No hay más auténtica felicidad que la que cultivamos nosotros mismos, no hay más jardín que el que nosotros mismos podamos plantar, sin esperar a que alguien nos traiga flores. Es cuando vamos conociendo nuestra fuerza interior cuando de verdad compartimos esa felicidad con todo aquel que nos rodea. Porque más allá de un apego dependiente emocional, el compartir el tiempo con los que quieres es una decisión sincera y transparente y no un sentimiento llevado por el puro egoísmo personal.

Una relación recíproca donde se comparte felicidad y algo más. Se comparte la propia alma también.




Todos los buenos momentos potencian interiormente tanto a uno mismo como a los demás, aunque los malos nos crearán muros que nos harán correr el riesgo de volvernos fríos y distantes oprimiéndonos más aún en una invisible prisión que nos impedirá mostrarnos a aquellos que realmente queremos.

Crear muros no es algo negativo, es una defensa psicológica completamente natural, pero hay que saber cuándo romperlos o nos terminarán ahogando mentalmente. No hay que olvidar que es en esos enemigos que se puede encontrar en la vida, las personas que nos hacen daño o que traicionan nuestra confianza, donde tendremos a nuestros mejores profesores. Ellos nos enseñarán nuestros puntos débiles, y ellos sus puntos fuertes.

Conocerse a sí mismo es el mayor viaje en esta vida, y profundizar en él es la única forma de compartir de forma plena con aquellos que queremos lo mejor de uno mismo, así como ofrecer un mejor apoyo y una mejor ayuda cuando ellos nos necesiten a su lado.

Por todo ello digo que no soy un hombre que sabe. Lejos de ser perfecto, sin ni siquiera sentir que estoy a la mitad de mi viaje, soy un hombre que busca. Y aún lo hago.

De echo la mayor parte de estas reflexiones me surgen debido a esos momentos en los que por culpa de muros que se debían haber derribado hace mucho, se acaba haciendo daño sin desearlo a los que más quieres y te quieren. Porque el no poder dejar entrar a gente en tu corazón por otros que te hicieran un auténtico destrozo en él antes, es una auténtica mierda.

(Caída del Muro de Berlín)

Es algo que no se puede dejar que suceda. No se puede ir por la vida con miedo a que ciertas cosas se vuelvan a repetir. Pero a veces cuesta. Cuesta tanto...

I'm sorry, honey.

Comentarios