Ir al contenido principal

Soledad en compañía

Me acerco poco a poco a la ciudad, y desde el propio autobús es cada vez más notorio el enorme ir y venir de personas. Las aceras parecen autopistas de personas, gente que va con prisa hacia sus destinos, hileras de caras desconocidas que pasan sin cesar, sin expresión alguna, como siguiendo un dictado autómata a través de unos raíles invisibles.

Llego a la estación, y continúo mi marcha a pie. Es ahí muchísimo más notoria la cantidad de gente que se moviliza, personas tan distintas en cuanto a edad, condición... Mientras sigo mi camino, los pensamientos sobre mi destino que ya tenía rondando mi mente minutos antes de subir al autobús, se desvanecen y son sustituidos por otros. Intento imaginarme la personalidad de cada una de las personas que se cruzan en mi campo de visión. Sus miedos, sus alegrías, sus sentimientos, sus pensamientos, sus vidas, todas tan diferentes y tan dispares y sucediendo a la misma vez, vidas que nacen y terminan, amores que empiezan y acaban, lazos que se unen y se rompen... ciclos que se repiten una y otra vez desde cientos y cientos de años, solo que en épocas y ambientes distintos, todo a una velocidad frenética, formando todos una vasta red de alcance infinito prácticamente inimaginable. Una red que, cuanto más lejos se ve, más insignificante parecen las vidas de cada uno, incluída la propia.

Y es entonces cuando pienso, ¿cuántas veces se llega a sentir una persona en soledad (incluído yo mismo) aun estando rodeado de otras?, en ocasiones no importa que sean familiares, desconocidos, amigos... , es una soledad que está ahí, que se siente, como si se viera el mundo de nuestro alrededor a través de un cristal invisible que nos apartara de todo. Y un vacío latente en lo más profundo.

La soledad. Eso que se admira y desea cuando no se sufre, aun siendo evidente la necesidad humana de compartir. 

Amarga y dulce soledad, la cual dicen que es la experiencia central de toda persona. Esos momentos en los que en realidad no estamos solos, más bien en compañía de nosotros mismos. Una compañía que no todos saben llevar bien.

¿No es acaso una realidad el que todos estamos solos, que venimos al mundo solos y nos vamos de igual forma?, quizá el tormento viene cuando se intenta huir a toda costa de esa soledad y todas nuestras acciones y esfuerzos van destinados a ello. ¿No seríamos más felices si aprendiéramos a convivir con ello?, que básicamente, ¿no es acaso convivir con nosotros mismos?

Y no digo ni mucho menos que no seamos sociales, al contrario, pues precisamente todo ello mejoraría considerablemente nuestras relaciones con los demás en cuanto a calidad humana se refiere, y a saber llevar mucho mejor las relaciones sentimentales. Y a algo también muy importante, a conocernos a nosotros mismos.

Como diría el Marqués de Vauvenargues, la soledad es al espíritu lo que la dieta al cuerpo.

Comentarios