Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2010

Sombras del pasado y un camino que recorrer

Y se va otro año, y miro atrás, intentando hacer balance... pero no... basta de mirar atrás, no quiero volver la vista más. Espoleando con fuerza a mi montura, cabalgando con fuerza hacia delante cargando contra un enemigo invisible y horizontes aún desconocidos por alcanzar. Curioso que hace un tiempo que vienen apareciendo personas en mis sueños de épocas tan remotas que apenas consigo recordar. Evidentemente no son ellas las que aparecen, son proyecciones con sus rostros, pero curioso que aparezcan dichos rostros acompañados de otros muchos desconocidos, algo que se repite bastante y no me había ocurrido antes (al menos que recuerde). Las situaciones son de lo más dispares, podrían pasar por momentos cotidianos de un día a día sin nada anormal, y en otras ocasiones, con ciertos detalles que podrían pasar por fantasiosos. La última vez, sin ir más lejos, estaba dentro de lo que parecía ser mi viejo instituto de primaria reunido dentro de la clase junto con otros chavales. Un

He conocido a Max Demian

Una noche de entre tantas durante la cual no quiero (o no puedo) dormir. Enciendo la luz, me levanto y me dirijo hacia la estantería. Empiezo a ojear la fila de libros y detengo mi mirada en uno muy especial, el cual hacía mucho tiempo que deseaba leer. Demian, de Hermann Hesse. Resultado, doscientas páginas leídas del tirón durante esa misma madrugada. Han pasado unos días desde entonces y aún sigo fascinado con la lectura, la cual me absorbió hasta tal punto que no pude dejar el libro hasta acabarlo. Me sentí tan identificado con tantas cosas de las que se hablaba que me veía reflejado en cada página. El sueño de la vida, el viaje hacia el interior de nosotros mismos. De ello trata el libro. De cómo ciertas personas ven el mundo con una perspectiva muy espiritual, diferenciándose de la mayoría, buscando respuestas en el mundo que nos rodea cuando en realidad dichas respuestas están en nuestro propio interior. Un lugar al cual para llegar hay que seguir un camino que muy pocos se at

Entre sueño y realidad

La noche oscura, tenebrosa, solitaria, no invitaba para nada a salir de paseo, pero curiosamente Alfred insistió en ir, argumentando que los despejaría y los alejaría momentáneamente de la rutina de la casa. Al salir tuvo un escalofrío, al mirar a Alfred vió que tenía una mirada extraña. Con la excusa de tener frío entró en casa para coger un chal. Al salir, su mirada se volvió mucho más perturbadora aún. Cuando se disponían a volver de su corto paseo Alfred cambió su actitud cordial y amena. De pronto empezó a golpearla, haciendo comentarios aterradores, sacando mientras un cuchillo de grandes dimensiones e intentando agredirla. Ella se revolvió rápidamente y sacó la vieja pistola de su abuelo. Disparó. El fuerte ruido de la pistola la despierta. Todo había sido un sueño.

Instante de lucidez

Hacía mucho que no tenía un momento de lucidez en pleno sueño como me ocurrió anoche, fue algo maravilloso, aunque duró apenas unos instantes. Me vi saliendo de una especie de castillo o fortaleza, había decidido dar un paseo por los campos a pleno mediodía. Delante de mi se extendía una larga llanura algo árida, poblada por algunos árboles no demasiado verdes (parecían muy secos, como si fuera plena estación veraniega), y unas montañas a lo lejos que sin ser demasiado grandes, imponían mucho a la vista. Seguía caminando mientras oteaba con la mirada todo a mi alrededor, esperando (sin saber el por qué) ver personas paseando por allí. Pero no había nadie, todo estaba desértico. A lo lejos empiezo a divisar algunas carretas cargadas con toneles, tiradas por caballos. "Las rutas comerciales", pensé. Unos pocos pasos más y algo apareció al fondo, dos pequeñas figuras que parecían ser un burro y una especie de lobo. Ambos caminaban en dirección a uno de los árboles, como si quis

Abrazando la tormenta

Déjame expresar, con rabia y dolor, lo que muy a mi pesar, llevo anclado a mi corazón. Fuíste mi faro, iluminaste mi navegar, antaño perdido y desorientado, tú eras ahora el puerto al que llegar. Mar oscuro y bravío, incapaz de infundirme ya temor, pusiste fin a mi vida de hastío, me enseñaste lo que era el verdadero amor. Mágicas noches en mi recuerdo, en las que me hiciste tuyo con pasión, inolvidables mañanas grabadas a fuego, en las que te hacía mía con lujuria y devoción. Destino vil y traicionero, yo te maldigo desde mi interior, quisiste acabar con nuestro hermoso cuento, e hiciste aparecer algo ajeno a los dos. Desde mi barco escribo esto, la luz del faro tiempo hace que se apagó, con timón roto y partidos remos, a la deriva sin rumbo desde que tu amor se marchó. Qué me deparará este oscuro y bravío mar, solo veo luces falsas y espejismos, pues he de confesar que sin ilusión ni felicidad, espero la consumación de mi Destino.

Joven navegante

Es él un joven navegante, que está lejos de tierra alguna, es él un marinero expectante, en un mar de aguas oscuras. La tenebrosidad es interminable, las noches, sin estrellas ni luna, pero permanece él imperturbable, para no caer en la locura. Su débil farolillo le ilumina, él mismo mantiene el fuego con valor, pues le da fuerzas y le guía, así es el brillo de su propio corazón. Le cuesta mantener la luz, rodeado de tanta sombra infinita, se siente llevar una enorme cruz, de la cual depende su propia vida. Bravo y valeroso es el navegante, pues mantiene él aun la esperanza, no solo de encontrar una tierra inimaginable, también iluminar a los que le hagan falta. Es él un joven navegante, en constante e infinita lucha, es él un marinero expectante, rodeado de sombras, sin perder la cordura.

Duelo interior

Cerca de una fortaleza de enormes murallas se extiende un llano cubierto por un manto de verde hierba que parece no tener fin. Una fina lluvia cae, constante, sin cesar... acariciando la suave y natural alfombra de color esperanza.  Dos efigies se distinguen a una considerable distancia una de la otra. Montan enormes caballos de guerra, pesadas armaduras, y exóticas armas de batalla. Sus yelmos ocultan sus rostros, pero... yo sé que bajo dichas piezas de metal no hay carne ni hueso, no hay pensamientos... no son hombres. Uno de ellos porta una armadura de colores blanquezinos, aunque no brillantes, con ciertos adornos en negro. Un gran casco ornamentado que parece causar temor a quien lo observa, con una parte descubierta que podría dejar entrever algún rostro, pero no se ve nada en su interior, sólo una tremenda y fría oscuridad. En una de sus manos lleva una enorme lanza decorada detalladamente, y en la otra, un gran escudo con el símbolo de un heraldo de un reino desconocido. El o

Caballero de la Luna

Quiero ser yo tu caballero, incesante en tu búsqueda, deseando tu encuentro, cabalgando en la espesura. Máscara sobre mi rostro, ya no llevo yelmo alguno, oscura capa a mis hombros, pensamientos como ninguno. Es la llamada de la Luna, a la que acudo sin dudar, resistiendo a perder la cordura, a tantas noches de oscuridad. Eres tú mi amada Luna, a la que acudo sin mirar atrás, curtido en años de soledad, jurándote eterna fidelidad. Deseando estar juntos, ser yo tu caballero, fundir nuestros mundos, ser yo para tí eterno. Esta noche pongo por testigo, jamás un sentimiento igual, ha ocupado este corazón sombrío, que tú has acabado por iluminar. Permanece conmigo, no te vayas de mí jamás, perderte sería arrancar mi destino, y por la sombra me dejaría llevar. Quiero ser yo tu caballero, no te vayas de mí jamás, quiero jurarte amor eterno, y en tu corazón por siempre morar.

Fiel Compañera

¿A dónde te diriges, caballero?, veo que recoges tu espada y te colocas tu yelmo, te levantas lentamente del desértico suelo, con la mirada perdida a través del duro acero. Tus piernas ya parecen no flaquear, nadie conoce lo que pasa por tu mente, horizontes desconocidos por alcanzar, corazón roto y un amor aun ardiente. Tu sangre cae de las heridas, deslizándose por los finos huecos de la armadura, alimentando el suelo bajo tus firmes pisadas, mientras luchas por no perder la cordura. Cabalga hacia el horizonte sin mirar atrás, te cubre la armadura que una vez te llegaste a quitar, te es imposible ocultar e ignorar el dolor que yace bajo ella, y sabes que tu espada es de nuevo tu única y fiel compañera.

Renacimiento (I)

Largo tiempo ha pasado sumido en lo que pareció ser un interminable sueño cargado de extrañas y abstractas visiones. Ahora, al recordarlas, las descifra y entiende perfectamente. Una sombra, agazapada en una esquina, se incorpora sobre sí misma. Sus pasos resuenan nuevamente en el frío y oscuro habitáculo en el que se encuentra, su respiración comienza a agitarse... Un aullido rasga el silencio... un sonido tan desgarrador como las bisagras de la mismísima puerta del infierno. Luego, un grito de libertad, odio y venganza, una risa de demencia... su mente ya no es la misma. El tormento desaparece. Las duras cadenas ya no lo aprisionan, las cuales yacen rotas en el suelo al igual que sus sueños de antaño. La gran puerta de madera es abierta de golpe. Tal es la oscuridad en la que ha estado sumido, que los plateados rayos de la luna llena le ciegan por unos segundos dañando sus pupilas. Pero no le importa. La presencia de sus captores, fantasmas que poblaron y atormentaron su m

Duro despertar

Anoche entre sombras soñé, otro caballero me daba muerte, sensación de tristeza y vacío, mi cuerpo yacía inerte. Ese otro caballero, te había robado el corazón, partiéndome el alma en mil pedazos, yo había perdido tu amor. Triste y vacío, inmortal ya no me sentía, tú eras lo que me daba la vida, eras la razón por la que existía, y ahora sólo era una flor marchita. Noche sin estrellas, día sin Sol, playa sin marea, héroe sin esplendor. Te había perdido, ¡cuánto dolor!, arde mi corazón, mi alma ya no tiene razón. Con gusto me abandono a la muerte, ya no quiero existir, que mi alma y mi cuerpo se evaporen igualmente, pues yo ya carezco de razón para vivir.

Un caballero

Existe un caballero que acude raudo a tu encuentro, con el firme deseo de jurarte amor eterno. Has robado su corazón con gracia y empeño, hechizándolo con maestría entrando en sus sueños. Que hermosa doncella y que corazón más tierno, pensó el caballero, mas debe de ser esto un vanal sueño, pues yo aún... no me lo creo, pero tan hechizado estoy, que sería capaz de aún estando cuerdo, ceder mi caballo, mi espada y mi yelmo. Que gran mujer debe ser, pensó el caballero, para que éste quiera entregarle su corazón por entero, cuando nunca nadie jamás fue capaz de entrar en sus sueños, y mucho menos aun traspasar la dura visera de su yelmo. ¡Oh, mi princesa! Clama el hombre de honor, el perderte a ti o a tu dulce voz sería un insoportable dolor, que me lleven al infierno si hace falta, cuando digo que te amo más que a Dios, un lugar del que intentaría incluso escaparme

Nuevo amanecer

Y se disipa la bruma, rasgando el cielo con timidez los primeros y cálidos rayos del astro rey. Se retira poco a poco la oscuridad, como un desmoralizado ejército ante un enemigo imposible de batir, aunque solo para reunir fuerzas para un contraataque en otro momento más favorecedor. Ahí estoy yo, impasible, presenciando tal espectáculo. La oscuridad se desliza hacia mí en ocasiones, pero en otras lo hace en sentido contrario. Intenta raptarme de alguna forma, pero justo cuando sus negras zarpas están a punto de agarrarme para dejarme caer en un pozo sin fondo, algo las hace desaparecer. Así es pues, la vida misma. El Yin y el Yang. La luz, conviviendo con la oscuridad, compartiendo el reinado de la propia realidad, sin poder existir una sin la otra. Surfear en las sombras, comprender la oscuridad, adaptarse a ella, conocer dónde buscar la luz, encontrarla para bañarse en su resplandor, esperando de nuevo la nueva llegada de las negras olas y volviendo a empezar. Un ciclo que siempre