No ha pasado una primavera,
que la sangre no me altere,
al conocer esa belleza,
en tus ojos tan alegres.
De cualquiera de esos días,
cuando conseguías verme,
y cómo no disimulaba,
el sonreír tan solo al verte.
Un preludio del contacto,
tras el beso en tu frente,
que inflamaba en nuestro pecho,
una llama transparente.
La culpable de adentrarnos,
en lo inefable y trascendente,
que atrayendo nuestros labios,
nos volvía efervescentes.
que la sangre no me altere,
al conocer esa belleza,
en tus ojos tan alegres.
De cualquiera de esos días,
cuando conseguías verme,
y cómo no disimulaba,
el sonreír tan solo al verte.
Un preludio del contacto,
tras el beso en tu frente,
que inflamaba en nuestro pecho,
una llama transparente.
La culpable de adentrarnos,
en lo inefable y trascendente,
que atrayendo nuestros labios,
nos volvía efervescentes.
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