Ir al contenido principal

El eco de tu nombre

Cambié la mirada del chico risueño,
de ojos oscuros y penetrantes,
por algo curtido por los sentimientos,
aprendidos en tan arduo viaje.

La experiencia del laberinto sin dueño,
de extraños pasadizos en lo inefable,
tras las efigies de los guerreros,
que ya fallecieron en tales umbrales.

Sin sentirme vivo ni muerto,
llevo mi piel entre tatuajes,
siendo el único que puede verlos,
muestran todas tus palabras amables.

Son guardianas de nuestros momentos,
que sustituyeron a mi propia sangre,
con alevosía por la mente fluyendo,
tras el error de intentar olvidarte.

Pues cómo podría arrancarme del pecho,
lo que de mí mismo forma parte,
cómo podría negar todo aquello,
que jamás me hizo dejar de amarte.

Comentarios