Ir al contenido principal

Antítesis onírica

Caminando por aquel largo pasillo que bien podría ser el de cualquiera de los hoteles que he visitado a lo largo del tiempo, no tardé en recobrar paulatinamente cierta lucidez, me encontraba de nuevo dentro de un sueño. Me dejé llevar por la situación, expectante, y el instinto me llevó a abrir la primera puerta que apareció a mi lado izquierdo.

Al abrirla me vi al instante andando dentro de una sala amplia e iluminada por unos grandes ventanales, una luz ligeramente anaranjada y agradable que penetraba por aquellas enormes cristaleras de forma muy intensa. Habían varias estatuas y mobiliario de corte entre lo moderno y lo clásico, de tonalidades claras y cálidas similares a la madera, estando todo ello en torno a una chimenea encendida de llamas muy vivas.

Me percaté de que no me encontraba solo a los pocos pasos. Aquella sala estaba abarrotada de gente, personas de apariencia normal, de todo tipo y condición, que no reaccionaron a mi presencia y que permanecían tranquilamente en silencio como esperando algo. De repente comenzó a sonar una bella y delicada música que me hizo alzar la mirada, pues quise buscar su origen, y ésta provenía de una especie de terraza que estaba justo encima a modo de segunda planta de aquella sala. Busqué una escalera que no resultó estar nada lejos y ascendí lentamente mientras aquellas notas musicales me llenaban cada vez más y más. 

Al subir del todo giré hacia la derecha, y allí estaba, una mujer de aspecto casi angelical que sostenía un violín con sus manos mientras entonaba la divina pieza melódica. Me acerqué lentamente hasta guardar cierta distancia sin dejar de observarla, presenciando también que en esa planta había mucha gente con la misma actitud que los que había observado abajo. La chica parecía actuar con la intención de amenizar y hacer mucho más agradable la estancia de todos los allí presentes, y lo conseguía con creces.

Me invadieron sentimientos de que aquel lugar era como una sala de espera, o más bien un espacio de tránsito, quién sabe si en un sitio fuera de este tiempo y espacio. Tuve la impresión, ciertamente, de estar en una parada entre dos lugares que están más allá de la realidad que percibimos estando despiertos.

Al poco tiempo la mujer dejó de tocar, y sin ninguna prisa comenzó a guardar su instrumento para luego dirigirse hacia la escalera, como si su hora hubiera llegado. Pasó delante de mí y, al poco de llegar al final de la terraza, le hablé de forma amable:

—¿Ya debes irte?, justo había subido hasta aquí solo para escucharte.

No hubo respuesta alguna por su parte, continuó su camino y por alguna extraña razón sentí que algo me abandonaba. Solo hubo reacción de algunas de las personas que estaban cerca, las cuales rieron con simpatía por mi comentario.

A los instantes siguientes recuerdo encontrarme en un lugar completamente diferente.

Como si de la máxima antítesis de la sala anterior se tratase, me vi en una sala de teatro a oscuras, a excepción del escenario, iluminado muy débilmente por una luz fría entre lo blanco y lo azulado. El techo estaba muy bajo y no existía ventana alguna, todo estaba dominado por la oscuridad y las sombras que vagamente me permitieron ver que estaba sentado en una de las butacas de la segunda o tercera fila. En mi entorno cercano habían algunas pocas personas más sentadas, de las cuales solo distinguía su silueta completamente negra. No me transmitieron sensación de amenaza o miedo alguno, pero sí de completa desconfianza.

Mientras con dificultad distinguía detalles del techo y las paredes, aparentemente plagadas de manchas de humedad y señales de abandono, apareció de repente sobre el escenario un personaje de alta estatura embutido en un traje de bufón propio de la época medieval, de colores muy apagados y similares a los ya presentes en el ambiente que le hacían mimetizarse muy bien con el entorno a pesar de tener justo encima los focos, aunque su rostro era la excepción. Un rostro que era una máscara viviente, propias de las usadas en el teatro clásico, entre un blanco sucio y tonalidades grisáceas que transmitía muecas algo perturbadoras que cambiaban constantemente. Al poco de hacer acto de presencia se sentó en cuclillas para quedarse algo más a nuestro nivel, y aseguró ser una encarnación del mismísimo diablo mientras no dejaba de observarnos.

Lo que recuerdo posteriormente es verle a él llamando de uno en uno a los presentes. El requerido subía al escenario y era sometido a extrañas pruebas de diversos tipos, entre retorcidos acertijos y peligrosos desafíos similares a los que practican algunos magos en los que ciertas extremidades o la propia vida parecen pender de un hilo.

Si estas pruebas no eran superadas, el sujeto era convertido de forma instantánea a un desagradable amasijo de carne viviente de formas aleatorias perdiendo todo miembro y forma humana, quedándose en ocasiones solo reconocible parte de la cara o la cabeza. Conservando, por supuesto, la consciencia, detalle que puedo mencionar al conocerlo de primera mano, porque me vi transformado en una de esas cosas después de ver cómo el supuesto diablo había ido haciendo lo mismo con todos los demás y yo haber intentado plantarle cara en vano.

Un tránsito durante esa misma noche por dos lugares que bien parecían representar la cara y la cruz de una realidad, quizá de cada uno de nosotros, quizá de mi propia mente.

Comentarios

  1. Tengo curiosidad ¿con qué frecuencia tienes sueños lúcidos? y ¿duran tanto como quieres? me resulta interesante que la imagen no se desvanezca apenas lo sabes, por cierto, tu escritura es muy linda, felicidades.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La frecuencia es muy esporádica y va por épocas, al igual que la lucidez, la cual suele tener una duración muy variable que suele escapar a mi control.

      Las imágenes es muy fácil que se desvanezcan durante el día, por ello es muy importante nada más despertar apuntar detalles clave de todo lo que se recuerde, siendo ésta una de las actividades que ayudan al entrenamiento de la memoria y la lucidez de esas horas de ensoñación.

      Muchísimas gracias por tus palabras, un cálido saludo.

      Eliminar

Publicar un comentario