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Ondas de polaridad

En más de una ocasión me he preguntado qué estoy haciendo. He continuado escribiendo, no suelo pensar demasiado al hacerlo, solo intento dejar salir aquello que va muy dentro, pero así ha sido siempre, o eso es lo que creo. Y escribo, juntando palabras, pero han sido tantas las que se atragantan y han quedado en algún lugar del tiempo varadas, solo unas pocas llegan al papel, solo unas pocas llegan a la pantalla. Y escribo, formando frases, dándome cuenta que en la base hablo siempre de lo mismo, solo cambio el recipiente y su decoración, pues permanece intacto el contenido.

¿Qué fue de aquella parte de mi interior?, aquella que me susurraba que el romanticismo y el amor no son más que una ilusión, un mero cuento chino, una elaborada fábula para niños. Pero esa voz tal como vino un día marchó, repitiendo a veces desde entonces el mismo ciclo como el recuerdo de una amarga canción. Como esos viajes de la experiencia que viví por el sentimiento, viajes de amar y sentirse amado, pero también sustituído, reemplazado, como si fuera a la izquierda un cero. Quizá por ser uno más de entre tantos, quizá por no ser lo suficientemente bueno.

Y a través de las solitarias rutas, que solo pasan por calles de hojas muertas y un infinito invierno, en el arduo camino de tu ausencia solo una cosa de valor en mi maleta he llevado y llevo, bien guardada, la verdad que yace en aquellos momentos que fueron solo nuestros.

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