Observaba
un pequeño orbe azulado sobre un manto de oscuridad salpicado de
pequeños puntos brillantes de diversas intensidades. El orbe
aumentaba su tamaño paulatinamente mientras dejaba ver unos girones
blancos recorriendo su superficie a una velocidad casi imperceptible
así como unas manchas de color verduzco y marrón. Su velocidad de
crecimiento fue aminorando hasta detenerse con la misma suavidad con
la que se hubo estado expandiendo, justo cuando ocupó prácticamente
todo el tamaño de aquella gran ventana, que no parecía estar sujeta
a pared alguna, desde donde tenía fija su mirada. Ahora que se veía
con más detalle pudo apreciar las grandes proporciones de aquel
objeto, así como sus colores iniciales divididos ahora en cientos de
tonalidades diferentes.
—¿Qué
es lo que más te gusta de estar aquí arriba? —le preguntó una
voz de la cual no era visible su procedencia.
—El
silencio, creo que podría acostumbrarme a él.
Habló
bañado por un sentimiento de fascinación acorde a la sensibilidad
emocional de la que estaba dotado.
—Es
maravilloso, su existencia es un milagro en este rincón —continuó—.
¿Cómo lo llaman?
—Tierra.
—¿Tierra?,
curioso nombre teniendo en cuenta que son los mares y los océanos lo
predominante al observarlo.
Se
fue apartando de aquel ventanal sin prisa alguna dirigiendo sus pasos
hacia un diván de estilo clásico recubierto de cuero parduzco que
no se encontraba muy lejos. Se tumbó en él después de unos
instantes, contemplando en derredor el parque en el que se
encontraba. Estaba algo oscuro pero también muy luminoso en algunos
puntos por farolas que iluminaban con intensidad a través de una
ligera niebla. Algunos bancos de madera bajo enormes árboles
salpicaban la visión justo al lado de caminos hacia desconocidos
destinos, unos de tierra y otros cuidadosamente empedrados. Algunos
de esos bancos se encontraban vacíos, y en otros, parecía haber
alguien leyendo con un libro entre sus manos.
—Te
detecto fascinado, pero cansado a la vez, triste quizá —aseguró
la misteriosa voz.
—Ciertamente
—respondió él—, no sabría definir mi estado. Ahora que me
expreso con uno de sus lenguajes al asimilarlo para mantener la
semilla que me permitirá aprenderlo sin esfuerzo cuando comience mi
experiencia allí, y durante esta pequeña práctica que estoy
realizando contigo, me doy cuenta de lo limitado que es. Hay tantos
sentimientos y sensaciones tan difíciles de definir, por no decir
imposible.
—Haz
un esfuerzo, intenta explicarte.
—Me
siento abatido, como si ya hubiera experimentado todo en cuanto a
sentimientos ahí abajo. He perdido la ilusión en muchos aspectos,
como si supiera que no seré capaz de volver a sentir algunas cosas
de nuevo u otras que desconozco, como si una parte dentro de mi se
hubiera vuelto fría para siempre.
—¿Qué
te ha ocurrido en anteriores vidas?, debería ser tu primera vez
aquí. Pareces estar profundamente marcado por algo.
—Aunque
suelen quedar remanencias es complicado descifrarlas. Solo podré ver
el archivo de vidas pasadas cuando termine este ciclo de aprendizaje.
El
diván comenzó a cobrar cierta transparencia, y todo lo que le
rodeaba parecía empezar a desdibujarse.
—Hazme
un favor —continuó tras una breve pausa—, revisa mis datos de
familia y destino escogidos.
—Todo
en orden —respondió el enigmático interlocutor poco después.
—Sabes,
me pregunto si es normal sentir tanta soledad allí, quizá
especialmente por la amnesia inducida al nacer. Tengo constancia de
que viven en mayor parte dominados por un estado evolutivo anclado en
deseos materiales, poder, dinero... Sé que es uno de los
planetas más duros, pero donde mejor es la recompensa en cuanto a la
riqueza de la experiencia. Aún así esta vez siento que me cuesta
más de lo que suelo estar habituado. Quizá no es mi primera vez
aquí, explicaría algunas cosas, y mi estado.
—Recuerda,
siempre se lleva consigo el vínculo con la fuente intacto, que
aunque dormido, puede ser despertado.
—¿Y
cuántos de nosotros están ya allí ahora mismo o en proceso de
ello? Me consta también que los huéspedes de ese lugar son capaces
de las barbaridades más terribles, pero también de poseer una luz
de belleza indescriptible.
—Eso
no puedo decírtelo.
—¿Y
si en realidad ellos y nosotros somos lo mismo, solo que en
diferentes estados de vibración? —dijo dando rienda suelta a sus reflexiones y su curiosidad, ignorando la respuesta anterior.
Un
manto de silencio cubrió ese momento en el que, como ya sabía de antemano, no hubo respuesta alguna. El
entorno resultaba ya irreconocible, difuminado, y un estado de
somnolencia le embriagaba cada vez más.
—Dime
al menos cómo se llaman.
—Humanos
—respondió la voz—, se hacen llamar seres humanos.
No
escuchó ni sintió nada más. Cayó en un profundo estado de sueño
que le llevaría a un lugar cálido y agradable, aunque sin luz, del
cual no sería consciente.
Pues
una nueva reencarnación estaba a punto de suceder, y el alma ya se
encontraba de camino al vientre de su madre en la que sería una
nueva vida.
Tb me ha gustado :)
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