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Hijo de la Luna

 Son muchas horas observando a la Luna,
con tantas cosas surcando su mente,
y una de ellas al límite de la cordura,
que ella es la única que a él le comprende.

Tras incontables noches de incierta locura,
con un manto de oscuridad sobre todo cerniéndose,
presenciando su desahogo y acunándolo con ternura,
con su brillante y plateada luz en su rostro presente.

Cuando no quedó en sus ojos lágrima alguna,
arrancó de su pecho su corazón aún latiente,
para ofrecérselo a quien como ninguna,
le había acompañado desde siempre.

Aulló con intensidad a través de la negrura,
rasgando con fuerza la medianoche creciente,
era el nacimiento de una nueva criatura,
y todas las estrellas le miraron fijamente.

Saludad a este hijo de la Luna,
se escuchó desde el cielo de forma solemne,
y los astros brillaron como no lo habían hecho nunca,
presenciaban un alma que cambió para siempre.

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