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Duro despertar

A unos pocos metros delante de sus ojos podía ver el rostro de alguien que le resultaba realmente familiar. Ajustando algo más la vista logró distinguir una silueta que se interponía entre él y una desconocida emanación de luz similar a la de un atardecer.

—Estoy soñando, ¿no es cierto?
—Sí —le respondió una voz femenina— , ¿pero qué diferencia hay? Estoy aquí, contigo, ¿no es así?

Se sentía realmente cansado. Su mente parecía estar inmersa en una espesa niebla que le incapacitaba enormemente, el simple hecho de pensar requería un esfuerzo casi sobrehumano. Aunque desistía de intentar captar más detalles visuales bajando la cabeza con gesto de resignación ante la desconocida fuerza que le retenía tan mermado física y mentalmente, sabía quién era ella al sentirse impregnado por su presencia y también por parte de sus pensamientos.

La alegría que recorría cada pedazo de su ser era indescriptible al tenerla de nuevo tan cerca aunque solo fuera un sueño. Solo lamentaba no poder mirarla, para lo cual hubiera dado gustosamente un trozo de su propia alma, pero ni siquiera apenas encontraba fuerzas para hablar.

Por unos instantes olvidó el dolor y el malestar. Las cargas del pasado dejaron de existir, y los malos presagios del futuro se diluyeron como una débil estrella fugaz consumida por la oscuridad de una noche sin luna ni estrellas. Por unos instantes, olvidó que hasta el más frágil de los sueños, puede convertirse en la más macabra pesadilla.


—Debes despertar. Están a punto de encontrarte, debes despertar, despierta...

El sonido de aquella voz le parecía llegar desde una extraña lejanía aún sin dejar de sentir su presencia practicamente a su lado.

—No te vayas, por favor —consiguió decir, aunque el sonido de sus palabras parecían ahogarse nada más salir de su garganta, haciéndose apenas perceptible para sus propios oídos.
—Tienes que hacerlo —continuó ella—, jamás dejarán de perseguirte hasta que consigan atraparte. Es por ello por lo que he venido, para ayudarte a despertar. Despierta, despierta...
—Pero yo no quiero despertar, yo solo quiero quedarme contigo —creyó hablar aún dudando de si realmente lo hacía o eran unicamente pensamientos balbuceantes—. Solo quería quedarme contigo...

Todo a su alrededor empezó a desvanecerse lentamente. Todo se fue consumiendo en la nada, a excepción de unos resplandores rojizos que habían ido filtrándose poco a poco rasgando una negrura y vacío propios de un tiempo de aparente descanso carente de sueños que recordar.

Estaba a punto de despertar. Y sabía muy bien que cuando lo hiciera partiría hacia un lugar del que una parte de si mismo no podría volver jamás.

Había llegado la hora de ver al diablo. Había llegado la hora de luchar contra los demonios internos, era el comienzo de su guerra espiritual, el comienzo de su renacimiento.

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