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Mostrando entradas de febrero, 2011

Crónicas de Aodren: La maldición del Lobo Negro

Las campanas de la catedral resonaban con gran fuerza. A punto estaba de amanecer. Faltaba poco para que las calles de la ciudad empezasen a bullir con el ajetreo diario, mientras la luz del día se deslizaba con suavidad entre los restos de grisáceos jirones de la noche, los cuales parecían querer aferrarse unos minutos más en algunos rincones formando sombras agonizantes. •  Consultar la cronología de las crónicas   • Uno de los edificios más imponentes fue el primero en recibir esas divinas y luminosas ráfagas del astro rey, reflejando enormes destellos en las vidrieras de sus enormes ventanales. La gran Torre del Conocimiento, o más comúnmente llamada Biblioteca Arcana. Delante de su gran puerta de madera había un guardia cuidando la entrada. En un estado notable de embriaguez, andaba ensimismado con el movimiento de una mosca, la cual sobrevolaba su nariz una y otra vez. Un muchacho de pequeña estatura se le acercó y apenas se percató de él hasta que lo tuvo prácticamen

Llewellyn

He acabado un pequeño boceto sobre uno de mis personajes, Llewellyn.  Una mujer semielfa, amiga de Aodren desde su más tierna infancia. Aunque distanciados durante diversas épocas, su relación de especial cariño y confianza se ha mantenido intacta a lo largo del tiempo, incluso cuando falsos rumores empezaron a circular acerca de él después de haber caído en la sombra. Ella es uno de sus mayores apoyos, junto con su propia hermana, Lizbeth. (Recomiendo pinchar en la ilustración para verla mejor y a un mayor tamaño).

Los muertos van a la guerra

Columnas de humo oscurecen los cielos, los días ya se ensombrecen, negras formas pueblan los yermos, ya no hay lugar donde esconderse. Gritos de espanto suenan a lo lejos, mientras los hombres se preparan, es el juicio de todos los tiempos, que camina implacable hacia sus casas. ¡Ya vienen, ya vienen!, grita el guardia desde la verja, a destrucción y podredumbre huelen, son los muertos que van a la guerra. Armaduras, lanzas y huesos, pesadas monturas con jinetes, a paso firme pero certero, aterrorizando a las gentes. Ya se nota en el ambiente, ya no brilla ninguna estrella, el eclipse de luna no miente, son los muertos que van a la guerra. No perdáis la esperanza, grita un noble caballero, mantened firme vuestra espada, y afrontad con honor vuestro miedo. Pues sabed que la noche no es eterna, así como el mayor de los tormentos, ni aunque los muertos vayan a la guerra, os impedirán ver la luz en los cielos.